AMOR SIN LÍMITES

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El Señor es bueno para con todos, y Su compasión, sobre todas Sus obras. A Ti miran los ojos de todos, y a su tiempo Tú les das su alimento. Abres Tu mano, y sacias el deseo de todo ser viviente. Salmo 145:9,15,16 (NBLH)

El amor de Dios abraza a todas las personas. Dios ha amado al ser humano desde que lo creó. Independientemente de cuál sea nuestro estatus relacional con Él, Dios nos ama. Aunque no creamos en Su existencia, o creamos que existe y lo odiemos, o no queramos tener nada que ver con Él, Él nos ama. Nos trata con amor, benevolencia y consideración en virtud de que formamos parte de la humanidad.
El ser humano fue creado a imagen de Dios. Él ama a cada persona, y el amor que alberga por nosotros se traduce en actos amorosos de Su parte, en los cuidados y las bendiciones que nos prodiga.

¿En qué aspecto se hace más evidente el amor de Dios por la humanidad? En la solución que ofrece para satisfacer nuestra necesidad de salvación. Todo ser humano es pecador1, y para reconciliarse con Dios precisa de redención. Dios, movido por Su amor por cada ser humano, estableció el plan de la salvación, por medio del cual Jesús vino a la Tierra, llevó una vida libre de pecado y, en un acto de expiación, murió cargando con nuestros pecados.

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Juan 3:16 (RVR 95); Romanos 5:8

Dios, por amor a nosotros, ideó una forma de que nos libráramos del justo castigo que merecíamos por nuestros pecados y volviéramos a tener una relación amorosa con Él. Envió a un sustituto —Su Hijo— para que sufriera ese castigo por cada uno de nosotros. Él no descarga Sus sentencias y Su ira sobre ninguno de nosotros porque Jesús ya tomó todo eso sobre Sí. Lo único que tenemos que hacer para que nuestros pecados sean perdonados, expiados, es creer. Tal es el amor de Dios, el regalo que otorgó a la humanidad.

The Lord is good to all, and his mercy is over all that he has made. The eyes of all look to you, and you give them their food in due season. You open your hand; you satisfy the desire of every living thing.—Psalm 145:9,15–16 ESV

God’s love extends to every person. Ever since He created human beings, He has loved them. No matter where they stand relationally with Him, He loves them. They may not believe He exists; they may believe He exists but hate Him; they may want nothing to do with Him; but nevertheless, He loves them. His love, kindness, and care are given to them by virtue of their being part of humanity.
Human beings were created in God’s image. He loves every single one of us, and His love for us translates into loving action on His part—His care and blessings given to humankind.

God’s love for all humankind is most clearly seen in His answer to our need for salvation. Every person falls short,1 and that’s why we need help in order to be reconciled to God. God, because of His love for each of us, brought forth the plan of salvation by which Jesus came to earth, lived a sinless life, and died, taking our sins upon Himself, thus making amends for us.

God loved the world so much that he gave his one and only Son, so that everyone who believes in him will not perish but have eternal life. God showed his great love for us by sending Christ to die for us while we were still sinners.—John 3:16 NLT; Romans 5:8 NLT

God in His love has made a way that we can avoid the just punishment for our sins and be reconciled to Him in a loving relationship. He sent His Son as a substitute to take that punishment for each of us. He doesn’t pour out His judgment and wrath on any of us, because Jesus took it all upon Himself. All that is left is for each of us to believe, and if we do, our sins are forgiven, atoned for. That’s God’s love, His gift to you and me.

Efesios 3:17-19 (NVI) para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.

Romanos 8:38-39 (NVI) Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Isaías 54:10 (NVI)
Aunque cambien de lugar las montañas
y se tambaleen las colinas,
no cambiará mi fiel amor por ti
ni vacilará mi pacto de paz,
—dice el Señor, que de ti se compadece—.

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