Así Es La Vida

A veces, en el momento menos esperado, nos vienen pequeñas revelaciones que nos aclaran las ideas, nos ayudan a entender mejor una situación y reactivan nuestra fe. El otro día tuve una de esas.

Los últimos meses hemos estado muy apretados de dinero, y para colmo tuvimos que llevar nuestro vehículo al taller. Mientras esperaba a que mi esposo me llamara para decirme cuánto iba costar más o menos la reparación, le pregunté a Dios por qué nos estaba ocurriendo eso en un momento ya de por sí tan complicado.

—Andamos apretadísimos —le imploré—. ¿Cómo haremos para pagar un costoso arreglo del auto?
Me vino una respuesta muy simple:

—A veces esas cosas pasan.
No fue una respuesta muy alentadora que digamos. Hubiera querido que me dijera: «Yo los ayudaré a salir del aprieto», pero no fue así. En todo caso, no me pareció dura la respuesta de Dios, ni pensé que se estaba tomando a la ligera nuestra situación. Simplemente me recordó que la vida está llena de pruebas, de infortunios inesperados y desilusiones. Así es la vida, y uno acaba sobreponiéndose a esas cosas.

Yo siempre he sido amiga de lo fácil. Por lo general no tengo ningún inconveniente en que me auxilien antes que las cosas se pongan muy negras. Para mí eso es lo ideal, pero no siempre es lo que Dios tiene proyectado. Esta vez Él me señaló que no voy a contar en todos los casos con un milagro, con una bala encantada o con un pase gratis para saltarme las partes más difíciles. No es que Él no pueda realizar un milagro si eso es lo que hace falta; sin embargo, Dios no siempre nos rescata de las dificultades, sino que a veces prefiere proporcionarnos la capacidad de soportar la adversidad, es decir, la gracia, la fortaleza, el gozo y las ganas de seguir adelante a pesar de las desilusiones, conflictos y sucesos poco auspiciosos.

Claro que tampoco debo tomar todo lo que pasa como la voluntad de Dios y quedarme cruzada de brazos, sin presentar pelea, mientras mi familia y yo nos convertimos en víctimas de las circunstancias. Pero cuando el mensaje que Dios me da es: «Cariño, tienes que pasar por esto», lo que debo hacer es dejar de ilusionarme con que lograré evitarlo y más bien confiar en que Él me ayudará a superar el mal momento.

Sinceramente, sé que necesito verme en situaciones así. No me gusta, pero lo necesito. Circunstancias como estas sacan mi fe del garaje, por así decirlo, y la echan a andar por la calle. No es tan místico, pero sí mucho más auténtico.

P.D.: Efectivamente tuvimos que pagar una abultada suma por la reparación del auto, lo que dilató nuestras penurias económicas. No fue lo ideal ni mucho menos; hubiéramos preferido que no fuese así. No obstante, estoy maravillada de cómo cambió esa pequeña revelación del Señor mi perspectiva de la situación. El simple hecho de tomar conciencia de que esas cosas suceden y la gente logra superarlas y salir adelante, contribuyó a espantar mis temores.

Romanos 12:21 (NVI) No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.

Juan 16:33 (NVI) Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.

Santiago 1:19-20 (NVI) Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.