De Buen Temple

Tiempo atrás tenía mis propias ideas sobre lo que eran la longanimidad y la paciencia. Longanimidad era soportar algo; y paciencia, soportar la falta de algo. La una iba con la frase: «Ojalá no tuviera…», y la otra con: «Ojalá tuviera…» Obviamente ambas palabras tienen también otros matices, sobre todo longanimidad.

Cuando consulté el significado del término griego µακροθυµέω (fonéticamente, makrothymia), palabra que se traduce en muchas versiones de la Biblia como paciencia o longanimidad, vi que tenía otra connotación. Makro significa grande —eso no es ninguna novedad—; y thymia significa temple, lo que sí me resultó revelador. Una traducción más literal de makrothymia sería gran temple.

Hace un tiempo, cuando mi cuñado regresó de una conferencia, me comentó que uno de los ponentes había explicado que perder los estribos se conoce ahora como trastorno explosivo intermitente (TEI). Si el mal genio repentino se considera actualmente un trastorno mental, tiene sentido que el buen temple sea señal de salud psíquica. El conferencista declaró que el TEI está alcanzando proporciones alarmantes. Una experiencia que tuve recientemente me ha proporcionado una prueba anecdótica en favor de esa postura.

En efecto, el otro día estaba paseando con mi esposa cuando una señora bien vestida que iba detrás de nosotros soltó una ristra de improperios que harían sonrojar a un rapero. Aparentemente estaba enojada porque un hombre mayor circulaba en bicicleta por la acera. La verdad es que me quedé sorprendido ante la explosión de ira de aquella elegante señora de mediana edad.

Como vivimos en un balneario, es lógico que la población se incremente durante los próximos meses de verano. Si bien eso es lucrativo para la economía del lugar, causa estragos en el tráfico, en los precios de los alimentos y en otros aspectos de nuestra ciudad, que el resto del año es muy tranquila. De modo que al menos aquí estamos entrando en la temporada de poner en práctica la paciencia, la longanimidad y el buen temple.

En el libro de Colosenses, San Pablo enumera algunas de las cualidades que deben cultivar los cristianos. Como lo habrás adivinado, la paciencia —o la longanimidad, como dice en otras versiones— es una de ellas. «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros […]. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto —el aglutinante que mantiene todo lo demás en su lugar—. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones».

¿Qué más se puede decir?

Gálatas 6:9 (NVI) No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.

Salmos 37:7-9 (NVI)
Guarda silencio ante el Señor,
y espera en él con paciencia;
no te irrites ante el éxito de otros,
de los que maquinan planes malvados.
Refrena tu enojo, abandona la ira;
no te irrites, pues esto conduce al mal.
Porque los impíos serán exterminados,
pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra.