¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?

#EnergiaPositiva

De niña me encantaba visitar la casita que tenía mi abuela Sabina en las montañas. Como mi tía Iota vivía en la casa de al lado, mi hermana y yo nos pasábamos el día explorando con nuestros primos. Íbamos a la cascada, nos bañábamos en el río que pasaba por la parte posterior de la finca o subíamos a uno de los numerosos montes de la Sierra de la Mantiqueira. Para una niña de ciudad como yo, aquello era un paraíso.

En el aspecto material, la familia de mis tíos no tenía tanto como la nuestra. Una vez mi prima Anette me dijo: «Puede que yo no sea rica en cosas, pero soy rica de corazón, ¡y mi abuelita me ha dicho que eso es lo más importante!» Eso fue una revelación para mí. ¿Había acaso otras riquezas aparte de las materiales?

También recuerdo lo impresionada que me quedé cuando mi madre me llevó al cine a ver Los diez mandamientos. Moisés hubiera podido seguir viviendo cómodamente hasta el día de su muerte, pero no: lo dejó todo para liberar a su pueblo de la opresión. Hasta que no me hice mayor no entendí lo que debió de costarle seguir a Dios.

Cuando comencé a leer los Evangelios, uno de los relatos que más me llamó la atención fue el del joyero que al descubrir una perla de gran precio vendió enseguida todo lo que tenía para adquirirla. Jesús explicó que esa perla representaba el reino de Dios. Cuando leí eso, sentí arder mi corazón. ¡Yo también ansiaba esa perla!

Jesús también enseñó: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Siendo oriunda de una importante ciudad balneario con un alto índice de delincuencia, entendí muy bien el concepto.

Con la madurez llegué a captar más claramente que las cosas verdaderamente valiosas no son materiales; son el gozo, la paz, el amor, la bondad, la fe y todas las demás riquezas que Dios quiere concedernos a diario. Nuestra parte en todo ello es bien sencilla: solo tenemos que abrir nuestra alma para recibir los regalos que Él nos ofrece. Si nuestros tesoros están en el Cielo, tendremos felicidad ahora y en la vida venidera.

Mateo 6:24 (NVI) »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.

Proverbios 19:1 (NVI) Más vale pobre e intachable que necio y embustero.

Marcos 11:25 (NVI) Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.

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