EL ÁRBOL SERPIENTE

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Cuando era niña, cerca de donde vivíamos había un edificio de departamentos en el que se alojaban estudiantes universitarios. Al final del año lectivo regalaban o vendían a muy bajo precio todo lo que no querían llevarse.

Un día mi hermano trajo a casa un arbolito serpiente, que me regaló. Mi madre, que es aficionada a las plantas, me comentó que era un valioso hallazgo. Lo llevé a mi habitación y lo sacaba cada tanto a la terraza para que le diera el sol. Al cabo de unos meses las hojas se le pusieron mustias y se le empezaron a caer, hasta que no quedó ninguna. Cuando le pregunté a mi madre qué pasaba, me dijo que estaba hibernando. Una planta sin hojas no me llamaba la atención para nada, así que la puse en el patio junto a las otras plantas que tenía mi madre en macetas. Allí permaneció largo tiempo, pelada y triste.

Un buen día mi madre trajo una planta a mi cuarto. Era mi arbolito serpiente, y tenía un montón de retoños en las puntas de las ramas. En las siguientes semanas los brotes se desarrollaron, y salieron hojas. Con el tiempo mi planta volvió a florecer. Ese ciclo se repitió varios años.
A la postre me independicé y le dejé el arbolito a mi madre, que tan buena mano tiene con las plantas. En una de sus cartas me escribió: «Pensé que tu arbusto asiático por fin se había muerto. Estuve a punto de tirarlo, pero ya sabes que no me gusta botar ninguna planta. Esperé un tiempo y, mira tú, volvió a brotar, más frondosamente que nunca».

La primavera siguiente fui a visitarla. La mayoría de mis hermanos ya se habían ido de casa, lo que le dejaba a ella más tiempo para la jardinería. El patio estaba precioso, lleno de fragantes rosales. Hallé las pérgolas y enrejados cubiertos de flores. Y en la terraza, trasplantado a una maceta más grande, descubrí mi arbolito serpiente. Tenía casi un metro y medio de alto.

Al comenzar el nuevo año, todos tenemos algunas cosas que parecen estar hibernando —unos cuantos sueños y aspiraciones—; pero el sol del amor de Dios, el agua de Su Palabra y unos pocos cuidados Suyos las harán brotar a Su tiempo. Si Él hace que una simple planta renazca y recupere su vigor año tras año, ¿cuánto más podemos esperar que haga por nosotros, a quienes ama entrañablemente y para quienes creó todo lo demás?

Juan 14:6 (NVI) —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.

1 Corintios 6:12 (NVI) «Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.

Romanos 6:23 (NVI) Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

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