EL PUENTE

Acababa de llegar a la ciudad portuaria de Tampico (México), para realizar labores sociales con un grupo de voluntarios. Lo primero que hicieron fue enseñarme la casa que nos serviría de base. Queda bastante cerca del bullicioso centro de la ciudad y, por otro lado, no muy apartada de las zonas pobres de la periferia en que llevamos a cabo la mayor parte de nuestra obra benéfica. «¡Qué buena ubicación!», me dije. Desde la casa se observaba una preciosa laguna donde la gente se congrega al ponerse el sol. Además, está a poca distancia en auto de una playa limpia y poco concurrida.

Subimos el último tramo de escaleras. Todavía no había descubierto lo mejor. Al salir por una puerta a la terraza me encontré con un panorama de palmeras, tejados y, a lo lejos, el magnífico puente que cruza la bahía. La combinación de los arcos iluminados del puente, las azoteas y la fresca brisa nocturna era impresionante.

Ya llevo algún tiempo instalada aquí, pero igual casi todos los días procuro tomarme unos momentos para subir a la terraza y contemplar la espléndida vista. Por alguna extraña razón, lo más inspirador y reconfortante para mí es el magnífico puente. Enlaza dos mundos y posibilita toda una serie de cosas que de lo contrario no se harían.

Una mañana, cuando miré por la ventana de uno de los cuartos contiguos a la terraza, el puente se había evaporado. En la costa el tiempo es bastante variable. Aunque por lo general el cielo está despejado y hace sol, a veces se desatan tormentas: de pronto se cubre todo de nubarrones y cae lluvia. En ocasiones hace mucho viento, y ha habido algún que otro huracán. «Será por la bruma», pensé. Pero al cabo de un rato entendí que yo estaba mal situada. Me corrí ligeramente hacia un lado y ahí sí logré divisar esa imponente obra arquitectónica.

Seguidamente me puse a pensar que ese puente se asemeja mucho a nuestra relación con Dios. Esta tiene la virtud de inspirarnos y reconfortarnos. Nos da acceso a otro mundo y nos permite obtener la ayuda y orientación que necesitamos. A veces puede dar la impresión de que la perdimos de vista o de que la estructura que normalmente nos sirve de soporte de repente se esfumó. En realidad lo único que nos hace falta es reorientar nuestro corazón para que esa grata inspiración y fuente de paz y serenidad vuelva a estar a la vista y recobremos la fe.

2 Timoteo 3:16-17 (NVI) Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.

Efesios 4:13 (NVI) De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidadperfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.

Juan 15:4 (NVI) Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.