EN LA ORILLA DEL RÍO

#EnergiaPositiva

Cuando los hijos de Israel se preparaban para cruzar el Jordán, Josué envió por delante a los sacerdotes con el arca del pacto y dio las siguientes instrucciones al pueblo: «Cuando vean el arca del pacto del Señor su Dios, y a los sacerdotes levitas que la llevan, abandonen sus puestos y pónganse en marcha detrás de ella. Así sabrán por dónde ir, pues nunca antes han pasado por ese camino».

«Nunca antes han pasado por ese camino». Con frecuencia me identifico con eso: me enfrento a una situación o dilema que es totalmente nuevo para mí, y no tengo la más remota idea de cómo lidiar con el asunto. ¿Me voy? ¿Me quedo? ¿Acepto esta oferta, o no?

Algunas decisiones son fáciles de tomar. A veces el camino no presenta mayores complicaciones, aunque nunca lo hayas recorrido. En otras ocasiones, da la impresión de que la ruta entraña toda suerte de peligros y escollos. Proyectarse hacia el futuro puede ser emocionante, pero al mismo tiempo un poco intimidante dadas las numerosas incógnitas.

Mientras escribo estas líneas, estoy en un dilema. Me han ofrecido un puesto muy tentador. Es un trabajo que me gusta y bien remunerado. Pero representaría una mudanza a otra ciudad, justo cuando acabamos de establecernos donde estamos. Significaría dejar en suspenso otros proyectos y separarme de mi familia y mis nuevas amistades. Me emociona por un lado y me asusta por otro, pues no sé qué tal resultará.

Los hijos de Israel tampoco sabían cómo resultarían las cosas. Veían que estaban frente a la tierra prometida, pero había un obstáculo: el río Jordán.

Los israelitas nunca habían pasado por allí. Por eso tenían que marchar detrás del arca, que simbolizaba la presencia de Dios y Sus promesas. Siguiendo al arca —a Dios—, podían avanzar con confianza, seguros de que iban por buen rumbo.
A veces el camino que nos indica Dios nos parece absurdo o francamente disparatado, como cuando le mandó a Josué que dijera a los sacerdotes que portaban el arca de la alianza: «Den unos cuantos pasos dentro del río y deténganse allí».

Me imagino que más de un israelita sintió ansiedad al llegar a la orilla anegada del río. La narración dice: «Cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua, las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos». Los sacerdotes entonces se pararon en medio del río seco mientras los israelitas lo cruzaban sin dificultad.

Creo que en este relato hay una fórmula estupenda para tomar decisiones. Cuando nos hallamos en una compleja encrucijada, cuando transitamos por terreno ignoto y nos topamos con situaciones delicadas o aparentemente imposibles, debemos fijar los ojos en Jesús. Solo Dios sabe lo que nos aguarda, por lo que conviene seguirlo.

Dios no se desentiende de nuestras dificultades, preocupaciones y dilemas. Se interesa por nosotros de la misma manera que se interesó por los millones de israelitas que no sabían cómo cruzar el Jordán. La Biblia nos promete: «El que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá. Entonces tus oídos oirán […] palabra que diga: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”».

La Biblia contiene promesas segurísimas que podemos invocar y que nos pueden servir de apoyo cuando necesitamos con urgencia la ayuda y la guía de Dios. Si no apartamos los ojos de Jesús y seguimos Sus indicaciones, avanzaremos a paso firme y con confianza hacia lo que Dios nos tiene preparado.

Josué 3:8 (NVI) Dales la siguiente orden a los sacerdotes que llevan el arca del pacto: “Cuando lleguen a la orilla del Jordán, deténganse.” »

Josué 3:15-16 (NVI) Ahora bien, las aguas del Jordán se desbordan en el tiempo de la cosecha. A pesar de eso, tan pronto como los pies de los sacerdotes que portaban el arca tocaron las aguas, éstas dejaron de fluir y formaron un muro que se veía a la distancia, más o menos a la altura del pueblo de Adán, junto a la fortaleza de Saretán. A la vez, dejaron de correr las aguas que fluían en el mar del Arabá, es decir, el Mar Muerto, y así el pueblo pudo cruzar hasta quedar frente a Jericó.

Isaías 30:19-21 (NVI) Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no llorarás más. ¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de aflicción, tu maestro no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás. Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Éste es el camino; síguelo.»

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