ESTÁ TODO BIEN

#EnergiaPositiva

Esas fueron las palabras que pronunció una mujer hace casi 3.000 años cuando su
único hijo acababa de morir en sus brazos. Horas antes el muchacho se había
quejado de que le dolía la cabeza después de regresar de los campos donde había
estado cosechando junto a su padre. Ella lo sentó en su falda y trató de bajarle la
fiebre que le sintió en la frente. Sin embargo, al mediodía el muchacho ya había
fallecido.

Su hijo era la luz de sus ojos. No hay palabras que puedan describir con acierto el
shock, el dolor y la sensación de pérdida que debió de abatirse sobre ella. De ahí
que su reacción fuera tan extraordinaria. Por lo visto la mujer partió hacia el monte
Carmelo, donde sabía que encontraría al profeta Eliseo, sin siquiera comunicarle a
su marido la muerte del pequeño. Él se sorprendió y le preguntó para qué quería ir.
Ella, escueta y confiadamente, le respondió:

—Está todo bien.

Desde lo alto de la montaña, Eliseo vio que la mujer se aproximaba velozmente y
envió a su siervo, Guejazí, a preguntarle cómo estaban todos. Ella le respondió lo
mismo que a su marido:

—Está todo bien.

Al llegar donde Eliseo, se arrojó a sus pies y exclamó:

—¿Acaso te pedí un hijo, señor? ¿No te dije que no me dieras falsas esperanzas?

Eliseo entendió enseguida lo que la mujer quería decir: Varios años antes, en
gratitud por la hospitalidad y generosidad que ella le había mostrado, él había
profetizado que ella daría a luz un hijo. Posteriormente Dios había cumplido esa
promesa. Ese era el hijo que acababa de morir.

Eliseo se sintió profundamente conmovido por la fe de la mujer que había ido a
pedirle ayuda en su angustia. Fue a la casa de ella, entró a la habitación donde
estaba el muchacho, cerró la puerta y rezó con toda el alma. Al cabo de un rato el
chico estornudó siete veces y abrió los ojos.

Aunque nunca me he visto en una situación tan extrema como esa mujer,
últimamente me he topado con retos y problemas que me agarraron completamente
por sorpresa. Toda mi vida se estaba desbaratando. La próxima vez que tenga el
impulso de alarmarme y entrar en pánico, ojalá recuerde que en medio de una
incertidumbre aterradora esa mujer se aferró a lo que con toda certeza consideraba
inmutable: la fidelidad de Dios. Encomendó a su hijo al Altísimo y confió en que Él
haría redundar todo en bien. Su fe incluso le permitió anticiparse al milagro y afirmar:
«Está todo bien».

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