UNA VIDA EXTRAORDINARIA

#EnergiaPositiva

La clave para acercarse a Dios está en la oración y en la comunión con Él por medio
de la meditación en Su Palabra. Pero no se trata de abrir rápidamente la Biblia.
Estoy convencida de que si muchos cristianos son incapaces de sacarle suficiente
provecho a la meditación no es porque cierren enseguida la Biblia, sino porque la
abren muy rápido.

Cuando abras la Biblia, pídele a Dios que te revele las riquezas contenidas en el
texto que estás por leer. Tu oración puede ser muy sencilla, por el estilo de:
«Espíritu Santo, ayúdame a entablar comunicación con Dios». Pero debe ser un
clamor sincero del alma, que manifieste verdaderas ansia y sed.

No se puede sobrevivir —espiritualmente hablando— a punta de sorbitos de la
Palabra el domingo por la mañana o de algún mordisquito ocasional a un par de
versículos de la Biblia. Para crecer moral y espiritualmente son precisas comidas
sustanciosas. Hay que masticar y asimilar el alimento sólido de la Palabra de Dios.

Así es como se llega a conocer el gozo, los beneficios, el consuelo, la paz y el
reposo que da Jesús. Y cuanto más estrecha sea nuestra relación con Él, mayores
serán las revelaciones de Su poder y gloria que recibamos.

Jesús quiere que tengamos lo que Él nos ofrece. Desea darnos lo mejor y anhela
que tengamos paz, reposo y alegría. Dice: «Mi paz os doy», y: «Pedid, y recibiréis,
para que vuestro gozo sea cumplido». Desea incluso que prosperemos en todo lo
que emprendamos.

Quiere que tengamos todo eso porque nos ama. Quiere que nos acerquemos a Él
para que conozcamos la vida que Él vino a ofrecernos: una vida por encima de lo
común, por encima de la mediocridad, extraordinaria. «La roca de mi corazón y mi
porción es Dios para siempre».

Quiero andar cerca de Ti.
Junto a Ti quiero vivir.
Aunque débil soy, Señor,
Tu poder me da valor.
Satisfecho yo estaré
si Tú estás junto a mí, junto a mí.
Canción góspel tradicional

La divina Escritura es un festín de sabiduría. Cada libro es uno de los diversos
platos. San Ambrosio (c. 339–397)

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