VIDA SANA

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Conservar la salud requiere esfuerzo; no es algo que se dé por sí solo. Generalmente supone algún sacrificio, un replanteamiento de nuestro orden de prioridades y una renuncia a ciertos placeres que pueden resultar perjudiciales. La buena salud a largo plazo exige una inversión de toda una vida; pero es lo más juicioso que se puede hacer. Mejor es hacer algo todos los días para robustecer nuestro organismo que despreocuparnos y sufrir graves trastornos.

En lo que a salud se refiere —al igual que en muchos otros aspectos de la vida—, Dios no hace por nosotros lo que nosotros mismos podemos y debemos hacer. Normalmente no nos libra de las consecuencias negativas que sufrimos cuando, pudiendo escoger, optamos por lo menos sano.

Principios esenciales
Felizmente, Dios ha establecido preceptos muy claros para conservar la salud, los cuales se pueden clasificar en tres grandes categorías: espirituales, emocionales y físicos. En lo espiritual, la clave está en vivir en armonía con el Señor, descubrir el plan que Él tiene para nosotros y seguirlo. En lo emocional, un factor importante es mantener una actitud positiva, la cual reduce el estrés, la ansiedad y la angustia y es un paliativo para otras emociones negativas que inciden en nuestra salud y felicidad. Y en el aspecto físico, lo esencial puede resumirse en este sencillo axioma: «Comer bien, dormir bien y hacer buen ejercicio».

Comer bien se reduce a seguir unas pocas pautas relativamente simples. Eso sí, será sencillo, pero no siempre fácil. Aunque modificar malos hábitos alimenticios requiere determinación y planificación, es impresionante lo rápido que se le despierta a uno el apetito por las comidas sanas y pierde el gusto por las malsanas.

Dormir bien puede parecer muy fácil, pero hoy en día mucha gente trata de desempeñarse con déficit de sueño. Si bien es cierto que algunas personas necesitan dormir menos que otras, las presiones de la vida moderna impulsan a muchos a llevar una vida ajetreada a costa de dormir menos horas de las que el organismo nos pide para gozar de óptima salud. Es un contrasentido, pues cuando hemos descansado bien, aprovechamos mejor las horas de vigilia.

Las personas que no tienen por costumbre hacer ejercicio regularmente tienden a minimizar la actividad física. Es más difícil hacer caso omiso de la necesidad de dormir, porque los efectos se sienten enseguida. En cambio, las consecuencias negativas de la falta de ejercicio son parecidas a las de una alimentación deficiente: tardan más en hacerse notar. El ejercicio da oportunidad al organismo de desintoxicarse y repararse. Además fortalece los músculos, huesos y órganos internos. Estimula nuestro sistema inmunológico y nos ayuda a mantener un peso corporal aceptable. Prácticamente no hay célula del organismo que no se beneficie cuando uno practica con regularidad algún tipo de ejercicio que sea adecuado para él.

Un programa personalizado
Las pautas básicas para la buena salud son universales; sin embargo, como hay grandes disparidades de edad y de constitución, y además cada uno tiene sus preferencias, lo que resulta en un caso puede diferir mucho de lo que resulta en otro. Además, las necesidades de una misma persona cambian con el tiempo a medida que entran a tallar otros factores. ¿Cómo saber, entonces, qué es lo mejor para cada uno de nosotros? Muchos autodenominados expertos ofrecen consejos que contradicen la información que dan otros. Por épocas se proclaman las bondades de determinadas dietas o alimentos, que luego se rectifican o se impugnan. ¿Qué programa nos conviene seguir entonces? El único que sabe con exactitud lo que más nos conviene es nuestro Creador. Él desea trabajar mano a mano con nosotros para que gocemos de una salud óptima.

¿Por qué no le pides que te enseñe qué modificaciones debes introducir en tu régimen alimenticio o en tu programa de ejercicio? A veces Él nos habla justamente por medio de nuestro organismo. Por ejemplo, ese dolor que se agudiza día a día podría ser señal de que te estás excediendo o de que no estás realizando correctamente cierto ejercicio.

Mantenerse en forma es una opción de vida
La meta consiste en formarse el hábito de comer y dormir bien y hacer suficiente ejercicio toda la vida, no solo por unos días o unas semanas hasta reducir la cintura unos centímetros y poder usar una talla o dos menos. Si no corregimos los malos hábitos que nos acarrearon esos centímetros de más, en poco tiempo los recuperaremos. Por eso las dietas y los programas de ejercicio que prometen resultados vertiginosos suelen ser ineficaces: están orientados hacia el corto plazo en vez de centrarse en prácticas regulares que generen cambios duraderos. Puede que en algunos casos haya que seguir un programa de corta duración para recobrar la salud o bajar de peso; pero después, si se quiere consolidar el terreno ganado, es preciso cultivar hábitos a largo plazo.

Si estás decidido a cambiar de costumbres en procura de un estilo de vida más sano, lo primero que debes plantearte es: «¿Qué puedo hacer para comer bien, dormir bien y hacer buen ejercicio a diario?», «¿Qué aspectos de mi mentalidad o forma de vida debo cambiar?», y: «Concretamente, ¿qué programa es el mejor para mí?»

Aunque inicialmente sustituir los malos hábitos de salud por otros mejores exija determinación, estudio y planificación, lo bueno es que con el tiempo se logran progresos autosostenibles. Nos sentimos tanto mejor que eso nos motiva a no abandonar lo que nos produce ese bienestar.

1 Timoteo 4:8 (NVI) pues aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no sólo para la vida presente sino también para la venidera.

1 Corintios 6:19 (NVI) ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños;

Proverbios 24:5 (NVI)
El que es sabio tiene gran poder,
y el que es entendido aumenta su fuerza.

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