En busca de la felicidad

#Devocional

La película En busca de la felicidad (2006) tiene una escena que me llamó la atención. En ella el personaje que interpreta Will Smith hace un comentario sobre la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que incluye en su breve lista de derechos inalienables el de aspirar a la felicidad.

No es el derecho a ser feliz, sino el de aspirar a la felicidad. El protagonista se pregunta por qué se redactó de esa manera la Declaración. Sus cavilaciones lo llevan a la conclusión de que el autor de la misma, Thomas Jefferson, debió de entender que si bien todos deseamos y perseguimos la felicidad, no todos la encontramos o logramos conservarla.

Por una época yo también viví persiguiendo la felicidad, pensando que si tuviera un novio, si pudiera cambiar ciertos aspectos de mi trabajo, si las circunstancias que me rodeaban fueran más gratas, lograría ser feliz y me libraría de los ataques de depresión con los que constantemente tenía que batallar.

Hace dos años toqué fondo. Sentía que tenía mala suerte, que era la persona más detestable del mundo y que no valía un ajo. En mi desesperación pedí a Dios que hiciera algo —cualquier cosa— para sacarme del pantano en que me hundía.

En uno de mis ratos de oración Él me hizo ver por qué estaba tan abatida. Buena parte de la culpa la tenía yo por resistirme a aceptar la situación en que me encontraba y no animarme a sacarle partido. Era cierto. Siempre me sentía perjudicada por las circunstancias; nunca era yo la causante de mis desgracias.  Al principio me parecía imposible aceptar mi condición, cualquiera que fuera. Eso me deprimió aún más. Pero finalmente di el brazo a torcer y le pedí a Dios que me ayudara a aceptar que la causa de mi angustia no era mi situación, sino la actitud con que la abordaba.

Una vez que accedí a que Dios cambiara mi actitud, Él hizo lo demás. Por ejemplo, al poco tiempo me llevó a conocer a una persona estupenda. Eso renovó mi confianza en el amor del Señor y aumentó mi autoestima.

Todavía me deprimo una que otra vez; pero ahora, cuando empiezo a deslizarme por ese tenebroso tobogán, sé que no tengo por qué dejarme arrastrar hasta abajo. He aprendido que cada día debo elegir entre ser feliz y no serlo. Las circunstancias no tienen por qué ser ideales para que opte por ser feliz, me sienta agradecida por lo que tengo y le saque el máximo partido

Efesios 2:8-9 (NVI) Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se *jacte.

Romanos 6:14 (NVI) Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.

Hebreos 13:8 (NVI) Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.