DAME DE COMER

#EnergiaPositiva

—¡No es justo! A ellos les dan más que a nosotros.
—Las cosas ya son bastante difíciles de por sí. ¿Por qué se los favorece a ellos?

—¡Si somos iguales! Lo único que nos distingue es el idioma.

Comentarios de ese tipo probablemente abundaban en la fila que se organizaba todos los días en la incipiente iglesia primitiva para dar de comer al creciente número de adeptos. En el libro de los Hechos consta que algunos que hablaban griego se quejaron de los que hablaban arameo. «Hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria».

Muchas cosas de la vida no parecen justas. Cerca de ochocientos millones de personas se acuestan con hambre todas las noches; una gran parte son niños. Al mismo tiempo, casi un tercio de todos los alimentos que se compran en algunos países desarrollados se tira a la basura. En la cúspide de la escala social, famosos cocineros preparan comidas suntuosas para los ricos y las celebridades. Cenar en uno de los mejores restaurantes de Londres puede costar varios cientos de libras. Sin embargo, el Reino Unido ha visto también un aumento del hambre. Cientos de bancos de alimentos —muchos de ellos organizados por instituciones religiosas— sirven millones de comidas todos los años para prevenir que niños y personas mayores se acuesten con hambre. Es ilógico que exista ese tipo de pobreza alimentaria en el séptimo país más rico del mundo.

Claro que no sucede solamente en el Reino Unido. La distribución desigual de recursos es un problema mundial.

Pero bueno, el hecho de que la vida en muchos casos no sea justa no nos exime de la obligación de aportar nuestro grano de arena para cambiar el mundo. ¿Qué pasó con aquellos primeros creyentes que no eran atendidos debidamente cuando se repartía la comida? Las cosas no quedaron así: los apóstoles reconocieron la existencia del problema, designaron a unos organizadores competentes, oraron para que tuvieran buen tino y les encargaron que resolvieran el asunto. Como consecuencia, «el mensaje de Dios siguió extendiéndose», y no vuelve a mencionarse que hubiera conflictos por el tema de la comida.

Somos pocos los que ocupamos puestos de poder político que nos permitan marcar una diferencia radical en la organización de nuestro país, y menos aún en el mundo. Todos, no obstante, estamos en situación de hacer algo,como el buen samaritano, a nivel individual. Eso es lo único que se necesita: una cesta de alimentos, un balde de arroz, una donación, una invitación a un vecino solitario. Cualquier acción que derive en que siquiera una persona menos se acueste con hambre ya es un progreso.

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