Escucha:
Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes. (Daniel 6:10)
Piensa:
Dar gracias es muy importante para poder escuchar la voz de Dios porque como alabanza y adoración, es algo a lo que Dios responde. Es algo que Dios ama, algo que alegra Su corazón. Cada vez que le damos a Dios una complacencia así, nuestra intimidad con Él aumenta, y eso hace una mejor relación con Él.
Además, cuando somos agradecidos, estamos en condiciones de recibir más del Señor. Si no estamos agradecidos por lo que tenemos, ¿para qué nos daría algo más por lo que murmurar? Por otro lado, cuando Dios ve que realmente apreciamos y estamos agradecidos por las grandes y pequeñas cosas, Él se inclina a bendecirnos aún más. De acuerdo con Filipenses 4: 6, todo lo que le pedimos a Dios debe ser precedido y acompañado de acción de gracias: debemos orar con un corazón agradecido por lo que ya tenemos y también agradecerle de antemano por escuchar y responder nuestras oraciones. No importa por lo que oremos, la acción de gracias siempre debe ir con ello. Un buen hábito para desarrollar es comenzar todas nuestras oraciones con acción de gracias. Un ejemplo de esto sería: «Gracias por todo lo que has hecho en mi vida, eres maravilloso y realmente te amo y te aprecio.»
Te animo a que examines tu vida, prestes atención a tus pensamientos y a tus palabras, y mires cuánta acción de gracias expresas. ¿Te quejas y reniegas de las cosas? ¿O eres agradecido? Si quieres un reto, solo trata de pasar un día entero sin pronunciar una palabra de queja. Desarrolla una actitud de acción de gracias en cada situación; de hecho, simplemente sé escandalosamente agradecido y observa a medida que aumenta tu intimidad con Dios, mientras Él derrama mayores bendiciones como nunca antes.
Ora:
Señor, pon en mi boca palabras de agradecimiento y no de queja, y en mi corazón la humildad para reconocer y no olvidar, que aún en la dificultad o en la prueba, estás ahí para escuchar mi clamor y guiarme nuevamente a la victoria. Amén.
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