Escucha:
Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:19)
Piensa:
El mundo nos bombardea con mensajes que alimentan los sentimientos de inferioridad. Nos promete felicidad y satisfacción solo si conducimos el auto más moderno, nos ponemos la ropa de última moda, o adquirimos nuevos músculos, al mismo tiempo que perdemos esos anti estéticos kilos de más. Si no nos cuidamos de tales ataques, el mundo expulsará de nuestra mente la verdad de Dios, y nos enfrascaremos en una lucha estéril por la competencia y por la autoestima.
Con mucha frecuencia nos fijamos en lo externo para demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que somos importantes. O pensamos: “Si sólo fuera más guapo, más rico o más inteligente, sería aceptado y apreciado”. No es prudente dejar que las opiniones de otros definan nuestros sentimientos en cuanto a nosotros mismos; la única evaluación real de nosotros viene de mirar a los ojos de Aquel que nos amó lo suficiente para morir en nuestro lugar.
Pablo dijo a sus lectores que el valor verdadero estaba en conocer y comprender las dimensiones del amor de Dios por ellos. Este conocimiento es nuestra ancla cuando nos abrumen los sentimientos de inferioridad o los fracasos pasados. Observe que el Señor no nos dice que nos dará todas las cualidades y las cosas que pensamos que acabarán con nuestro sentimiento de inferioridad; lo que promete es fortalecernos “en el hombre interior” (v. 16).
Dios “es poderoso para hacer mucho más… de lo que pedimos o entendemos” (v. 20), pero su método es trabajar de adentro hacia fuera, “según el poder que actúa en nosotros”. Si usted lucha con sentimientos de inferioridad, pídale a Dios que sane su alma haciendo una gran obra en su interior.
Ora:
Señor, sana mi alma de pensamientos de reproche, inferioridad o insatisfacción. Haz una gran obra en mi corazón de forma que sea siempre reflejo, de Tu amor y bondad.
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