Escucha:
Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia. (1 Timoteo 1:5)
Piensa:
Dios ha dado a cada persona una conciencia, que es como un radar que envía señales de alerta cuando una conducta o decisión puede ser perjudicial. Esto hace posible que las personas distingan entre lo moralmente bueno o malo, especialmente en lo que se aplica a sus propias vidas. Cuando ignoramos la conciencia, lo hacemos a nuestra propia cuenta y riesgo.
En un creyente, la conciencia es una herramienta del Espíritu Santo. Él la programa con los principios de la Palabra de Dios, y la agudiza para que responda con rapidez. Aun así, el único propósito de nuestro radar es enviar una señal; lo que suceda después dependerá de nosotros. Podemos ignorar la advertencia, o detenernos para escuchar lo que dice el Espíritu sobre la situación. El Espíritu Santo revela la voluntad de Dios y nos recuerda sus principios, para que podamos tomar una decisión sabia.
La carta de Pablo a Timoteo habla de personas que habían rechazado la guía de Dios en sus vidas; no habían hecho caso de la alarma de su conciencia (1 Ti. 1.19). El resultado fue el naufragio de su fe. Si en el radar aparece algo que hable de desobedecer a Dios, tenemos que rechazar esa acción. De lo contrario, el dispositivo de detección se dañará y no funcionará bien. Si seguimos haciendo caso omiso de las alarmas, éstas finalmente dejaran de ser percibidas.
Es inevitable naufragar cuando el creyente no hace caso a su conciencia, y racionaliza o defiende la desobediencia. Es mucho mejor que mantenerse en manos del gran capitán de nuestra alma, Jesucristo. Su Espíritu Santo nos guiará de la manera correcta.
Ora:
Señor, fortalece mi consciencia de manera que se haga sólida en la verdad que nos muestras mediante Tu Palabra. Que sea ella, junto con mi fe, mi herramienta principal, para obedecerte, servirte y seguir siempre Tu voluntad. Amén.
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