Escucha:
De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová. (Salmos 25:7)
Piensa:
Esta oración de David es parte del Salmo 25, cuyo tema principal es la súplica del salmista para que Dios lo guíe por el camino correcto. Pero David sabe que el pecado oculto hace imposible la dirección divina. En una ocasión dijo: «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado». (Salmos 66:18)
Así que David ruega por el perdón. El pecado y la culpa destruyen, atan, esclavizan. Querer ganar manteniendo el mal en el corazón es como querer navegar sin soltar el ancla.
Hay gente que no se da cuenta de las raíces espirituales de su vida fallida. Al hacer un balance de su historia, miran a todas partes menos a su relación con Dios. Si lo hicieran, descubrirían que el gran problema no es la falta de dinero o de oportunidades, ni la ausencia de un título, un nombre o una posición social. La raíz de todo esto es el pecado.
La Biblia afirma que el pecado separa a Dios del hombre. ¿Cómo puede un hombre separado de Dios ser victorioso? ¿Cómo puede volar cuando el pecado le ha cortado las alas? ¿Cómo puede correr si sus pies se hunden en las arenas movedizas?
Por eso el salmista ruega: «No recuerdes mis pecados de juventud», cuando vivía la vida apartda de Dios, cuando hacía cosas sin reflexionar, pensando que la juventud duraría para siempre. «Ni de mis transgresiones», porque aún a una edad madura, sigo corriendo tras el brillo engañoso. «Recuérdame, según tu misericordia».
Gracias a Dios que hay misericordia. ¿Qué sería de ti y de mí si ella no existiera? Por su misericordia, Dios no nos da lo que merecemos. Un corazón perdonado es un corazón que tiene paz. Y la paz es lo que necesitas para que Dios pueda poner tus ideas en orden y darte la visión de un nuevo día, un nuevo camino y una nueva oportunidad.
Así que hoy, dile a Dios, «No recuerdes mis pecados de juventud, o mis transgresiones. Acuérdate de mí, según tu misericordia, por tu bondad, Señor».
Ora:
Señor, en Tu misericordia infinita acuérdate de mi, según Tu maravillosa voluntad, y guíame la verdadera vida que solo Tu puedes brindar. Amén.
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