Escucha:
Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios. (Levítico 19:2)
Piensa:
¿Qué te viene a la mente cuando reflexionas sobre la santidad? ¿Piensas en alguien perfecto e intangible? ¿Te preguntas cómo puedes ser santo?
En toda la historia de Israel, la santidad ha sido crucial. Al igual que la santidad del pueblo, también lo era el estado de la nación. La fuerza espiritual y la fuerza política parecían ir de la mano. En los días del rey Josafat, Judá ganó una batalla porque el pueblo marchó cantando y alabando a Dios “por el esplendor de su santidad” (2 Cor. 20, 1-27).
Cuando pienses en cómo ser santo como Dios, considera esta buena noticia y al mismo tiempo, gran verdad: Dios quiere compartir su santidad. No asume un papel superior, diciendo: “¡Se santo inmediatamente! En cambio, te ofrece su propia santidad, pidiéndote que la compartas.
En el Salmo 29, David nos animó a alabar a Dios por la fuerza, la gloria y la santidad del Señor. Cuanto más levantemos nuestras cabezas y corazones a Dios en alabanza, más se reflejará en nuestro ser, comportamiento y acciones.
¿Recuerdas cómo el rostro de Moisés brilló después de estar en la presencia de Dios (Ex. 34:29-35)? Al adorar a Dios, se entra en contacto con la belleza de su santidad, lo que permite llegar a ser santo y completo.
Por lo tanto, marchar hacia ser santo, es abocarse cada día a alejar de nuestra vida todo aquello que nos aleje del Señor. Necesitas tiempo con Dios para involucrarte en su presencia, permitiéndole rehacerte. Cada vez que lo hagas, te harás más santo, más parecido a Él.
Ora:
Señor, te adoro por Tu grandeza y bondad. Ayúdame a vestirme con la belleza de Tu santidad mientras busco cada día mantenerme en Tu presencia, glorificándote y sirviéndote, siempre fiel a Tu Palabra y Voluntad. Amén
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