Escucha:
Los labios mentirosos son abominación a Jehová; Pero los que hacen verdad son su contentamiento. (Proverbios 12:22)
Piensa:
La deshonestidad es una epidemia en nuestra cultura. Los registros de la corte, las encuestas académicas y la observación común lo confirman. La verdad y la integridad son prescindibles en nuestra sociedad.
¿Por qué miente la gente? O, para ponerlo de forma sutil e inclusiva, ¿por qué a veces tratamos, virtualmente todos, de crear una impresión que no es totalmente precisa? Las razones son muchas y diversas. Entre ellas está el deseo de no tener problemas, el ímpetu por abrirnos camino y una obsesión por nuestra imagen. En cualquier caso, la deshonestidad de una persona indica una falta de confianza en Dios por las consecuencias de la integridad. Cuando mentimos, incluso de una manera aparentemente trivial, es porque queremos evitar los resultados de no mentir. Nos encargamos de nuestros asuntos por cuenta propia, porque tememos lo que pueda ocurrir si decimos la verdad. No confiamos en que Dios honre nuestra integridad.
Sin embargo, nuestro Dios es un Dios de integridad. Está en su carácter. Él nunca miente y no se queda callado cuando es necesario revelar la verdad. Su naturaleza es ser totalmente confiable. No hay indicios de pretensión en él. Él es quien dice ser, hace lo que dice que hará y honra a los que siguen su guía. Siempre.
Esto es tan consolador como condenador. Es consolador porque sabemos que las promesas de Dios en su Palabra son confiables. Cuando él inspira profecía, es precisa. Cuando promete bendición, habrá bendición. Cuando dice que defenderá a su pueblo, lo hará. Podemos leer su Palabra con la firme seguridad de que es verdad pura, sin letras pequeñas escondidas de nuestros ojos confiados.
No obstante, la pureza del carácter de Dios es también condenatoria. Sabemos que aunque se nos llama a ser como él, nuestra integridad queda corta al lado de la suya. Él nos forma para que reflejemos su gloria, pero cuando damos una impresión falsa, interferimos con su obra.
Confía en Dios con la verdad. Dila y exhibe su integridad. Ten la seguridad de que él siempre defenderá la verdad… y a quienes la digan.
Donde está la verdad, está Dios.
Ora:
Señor, concédeme el carácter puro de aquel que Te sigue y Te sirve fielmente mostrado en honestidad, apego a la verdad y bondad con todos quienes encuentre en mi camino. Amén.
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