Escucha:
“Y convertiré en camino todos mis montes.” (Isaías 49:11)
Piensa:
No trate de pasar por debajo de ellos ni de forzar el paso a través de ellos ni de huir de ellos, sino reclámelos.
¡Ciña sus lomos con las promesas de Dios!
Estos montes de dificultad son sus pasaderas; camine sobre ellos con el gozo de saber que cuenta con Su Padre Celestial.
Agárrese bien del fuerte cayado de la fe y confíe en Dios en medio de la oscuridad. Estamos más seguros con Él en la oscuridad que sin Él a la luz del sol. ¡Al final del pasadizo lóbrego brilla la luz celestial! Cuando lleguemos al cielo, tal vez descubramos que las experiencias más enriquecedoras y provechosas que tuvimos en este mundo fueron las que adquirimos en los mismos caminos ante los cuales retrocedimos con terror.
Job pudo encontrar tantos túneles porque se encontraba en el centro del plan de Dios.
Lo más importante que debemos recordar es que las tinieblas de Dios no son sus metas. Hay que atravesar sus túneles para llegar a otro lugar. Por tanto, ¡alma mía, sé paciente! ¡La oscuridad no es tu destino; el túnel no es tu hogar permanente!
El viajero que quiera pasar de las laderas invernales de Suiza hacia la belleza veraniega de las llanuras de Italia, debe estar preparado para atravesar los túneles de los Alpes.
El túnel nunca se encuentra en una vía sin salida; ¡se construye con el fin de conducir a otro lugar!
Ora:
Señor, que los montes de dificultad, de soledad, de tristeza, de derrota o de decepción que encuentre en mi vida, puedas Tú convertirlos en caminos de bendición, de crecimiento, de premio, de transformación, para mí, en esa persona que deseas que sea y que rinda mayor bien a Tu maravillosa voluntad. Sé que en el grandioso plan que has diseñado para mí, esos montes y túneles, no serán mas que la vía para llevarme a un lugar mayor, y mejor. Amén.
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