Escucha:
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. (Gálatas 2:20)
Piensa:
Cuando Jesucristo tiene el primer lugar en nuestras vidas, experimentamos muchas bendiciones, entre ellas:
Un espíritu reposado.Cuando dirigimos nuestra atención al Señor y meditamos en su Palabra, Él “junto a aguas de reposo [nos] pastoreará”, donde hallamos descanso para nuestra alma (Sal 23.2). El Espíritu Santo nos ayuda a dejar fuera las distracciones, para darnos la seguridad del amor y el sostén de nuestro Padre celestial.
Una fe más fuerte.El estudio de la Biblia ensancha nuestra visión de Dios, y nos da discernimiento y dirección. El leer la manera como el Señor ha ayudado a otros, nos da la confianza de que Él está a nuestro lado, permitiéndonos enfrentar las exigencias de la vida. Nuestra fe crece a medida que obedezcamos su dirección y observemos la manera como actúa a favor nuestro.
Un corazón purificado.Al igual que un espejo, la Biblia nos refleja lo que realmente somos, y revela lo que necesitamos cambiar. Si confesamos nuestro pecado, Dios promete limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9).
Una mente preparada.No sabemos lo que acontecerá en el futuro, pero Dios sí. Él quiere prepararnos, tanto para los tiempos felices como para los difíciles. Por medio del Espíritu Santo, estaremos equipados para lo que nos depare la vida (2 P 1.3).
La vida de Pablo demuestra lo que significa dar al Señor Jesús el primer lugar (Gá 2.20), él conoció el gozo en medio de las pruebas, y recibió fuerzas para enfrentar crisis y dificultades. Nosotros tendremos también estas bendiciones si hacemos de la relación con el Señor Jesús nuestra prioridad.
Ora:
Señor, bendice mis acciones y palabras de manera que sean siempre un reflejo de mi voluntad para permanecer junto a Ti y ser digno de las grandiosas promesas que otorgas, a todo aquel que Te tiene como primera prioridad en su vida.
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