Escucha:
Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. (Éxodo 19:5)
Piensa:
¿Ha pensado alguna vez en el gran privilegio de ser llamado «el tesoro especial de Dios»? El pueblo de Israel recibe esta maravillosa noticia del Señor, parafraseando el mensaje del Señor en el versículo de hoy: Tú serás mi patrimonio especial entre todos los pueblos. Pero como todo privilegio conlleva una serie de responsabilidades, el Señor ha determinado que esto sólo sería posible si su pueblo viviera bajo sus mandamientos y su pacto eterno.
Lo que tenemos aquí es, de hecho, es un pacto o alianza entre el Dios liberador y su pueblo, que fue liberado de la esclavitud de Egipto. Era muy común en esa época para los tratados de protectorado. Cuando un rey derrotaba a cierta nación, el pueblo conquistado se convertía en su vasallo y en una especie de su propiedad peculiar. Dios es el señor supremo de todo el universo. Él es el amo del cielo y de la tierra: «Porque mía es toda la tierra» (Ex. 19.5b).
¡Pero qué maravilla que Dios quiera hacernos su tesoro especial! Esta verdad es tan valiosa que será resaltada una vez más en el contexto del Nuevo Testamento en la primera carta de Pedro. Allí, el apóstol nos revela que el propósito de Dios al concedernos este gran privilegio es anunciar sus maravillosas virtudes al mundo: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9).
Ora:
Señor, forja en mi en mi persona, el carácter de una persona que Te busca continuamente, de forma que pueda yo ser testimonio de Tu grandeza. Quiero anunciar Tus maravillas, Tus bendiciones y Tu amor incondicional en mi vida. Amén
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