Escucha:
Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano para que lo tomes en cuenta? (Salmos 8:3-4)
Piensa:
Cuando reflexionamos sobre el mundo de nuestro alrededor —la belleza de los árboles, las montañas, los arroyos—, nuestra imaginación queda pasmada. Alzar la mirada a los cielos, contemplar los planetas y las estrellas a años luz de nosotros, hace que nos humillemos. Basta con pensar que Dios, en su infinita sabiduría, ha creado todas estas cosas con sus manos poderosas, del mismo modo en que nos hizo a nosotros.
Ver y contemplar tal magnificencia lo pone todo en perspectiva. Nuestros problemas parecen minúsculos en comparación con los cielos, la majestuosidad de los montes y la grandeza de los árboles. Saber que Dios nos ha favorecido con su gracia, su misericordia y su amor, y que nos ha dado la responsabilidad de cuidar estas cosas que ha puesto en nuestras manos, nos llena de cánticos de alabanza.
Si la vida te está desalentando, si tus problemas parecen insuperables, date un paseo. Mira a tu alrededor, debajo y encima de ti. Respira profundamente. Acércate a un árbol y toca su corteza, examina sus hojas. Baja la vista a tierra, a las arañas, las hormigas y la hierba. Siente la maravilla de la tierra. Dale gracias a él por los cielos —el sol, la luna y las estrellas— por encima de ti. Es lo que Dios ha creado para nosotros, para ti. Alaba su nombre. Él es digno.
Ora:
Señor, la hermosura de esta tierra es tan asombrosa. En la gloria de todo lo que has creado, gracias por cuidar tanto de mí, por crear la magnificencia que me rodea. Gracias por darnos tanto. Yo te pido que mi vida pueda ser testimonio del gran amor que me tienes y lo maravilloso que eres. Gracias por fijarte en mí. Gracias por tomarme en cuenta. Gracias por conocerme a la perfección. Gracias por la esperanza que traes a mi vida.
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