Escucha:
Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación. (Habacuc 3:17-18)
Piensa:
¿Has tenido alguna vez un día en el que todo te ha salido mal? Los perros del vecino ladran toda la noche y no consigues dormir. Derramas café en tu blusa favorita. El auto tiene una rueda pinchada. Excedes el límite de velocidad porque llegas tarde y te ponen una multa. Acabas preguntándote qué más puede salir mal.
En días como estos resulta difícil hallar una razón para gozarse. ¿Cómo podríamos estar alegres cuando cada vez que nos damos la vuelta otro desastre nos golpea? En lugar de saludar a todos con una sonrisa, en esos días deprimentes tendemos a estar de mal humor o refunfuñando. A todo el que parezca dispuesto a escuchar le contamos los infortunios que nos están tocando vivir.
Regocijarse en el Señor no es una cuestión de circunstancias, sino de voluntad. Podemos escoger recordar al Dios de nuestra salvación y sentirnos satisfechos con su amor. Independientemente de cuántas cosas salgan mal, tenemos mucho más que agradecer, a causa de la gracia de Dios.
Él es soberano. Con su ayuda podemos estar por encima de la preocupación de nuestras circunstancias para hallar paz y contentamiento. Entonces, ocurra lo que ocurra en nuestra vida, otros verán el gozo de Dios.
Ora:
Gracias Señor, porque provees para mi salvación y mi gozo, y cuidas de mi bienestar en cada paso que doy, y en cada camino que debo recorrer. Ayúdame a mirarte a Ti, y a la vida de completa paz y seguridad que quieres darnos, en lugar de lamentarme en mis dificultades momentáneas. Amén.
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