Escucha:
Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. (Filipenses 4:12)
Piensa:
Dios le confía a cada creyente una parte de sus recursos. Y como cualquier supervisor sabio, el Señor da directrices a sus administradores para que hagan el mejor uso del dinero que le pertenece a Él.
• Hacer del diezmo una prioridad—La decisión más sabia de un creyente en cuanto a la administración del dinero, es apartar regularmente para la iglesia la primera parte de sus ingresos. Cuando promueve la obra de Dios y es fiel, Dios protege el otro 90 por ciento (Dt 26.2; Mal 3.10, 11).
• Cubrir nuestra necesidades—Dios prometió suplir nuestras necesidades (Fil 4.19). La manera que tenemos de proveernos de cosas esenciales como alimento, ropa, vivienda, transporte y educación, es comprándolas con lo que el Señor provee.
• Invertir en los planes de Dios para nuestra vida—Después, debemos utilizar el dinero para cumplir con los propósitos que tiene Dios para nosotros o para nuestra familia. En vez de “mantenerse a la deriva” por la vida, el creyente debe buscar la voluntad de Dios. Él podrá dirigirle a invertir en educación, iniciar un negocio, o adquirir un producto específico.
• Responder al llamado de Dios al bendecir a otros—Dar a los necesitados es una inversión en el reino de Dios. Si bien no debemos fomentar la vagancia, un acto de misericordia con el pobre es como un préstamo al Señor (cf. Pr 19.17).
Los buenos administradores le preguntan a Dios: “¿Cuál es tu voluntad en cuanto al dinero que me has dado?” Usted quedará maravillado del gozo que da vivir conforme a los preceptos bíblicos. Incluso un poco de dinero le parecerá más que suficiente cuando lo usa de la manera que el Señor quiere.
Ora:
Señor, pongo mis recursos, mi tiempo y mis habilidades en Tus manos, para que los utilices de acuerdo con Tus maravillosos propósitos. Enséñame Padre a ser un buen administrador.
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