23 de Enero: El grandioso poder de Su presencia

Escucha:

Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. (Juan 1:39-42)

Piensa:

¡Oh, Andrés! Me pregunto qué fue lo que atrajo tus pies para seguirlo camino de su hogar. ¿Fue sólo ansias de ver la calle y la casa donde Él moraba y permanecer más cerca de Él por un día?

. . . O ¿sentiste una extraña atracción poderosa que te indujo a dejar atrás tu barca en la bahía; cuando, sin prestar atención al paso de las horas ni preocuparte por lo que otros pudieran decir, hiciste tu morada con Él por ese día breve?

. . . ¿Quizás sentiste un descontento santo, después de las horas que pasaste en esa presencia hermosa? Lo cierto es que, desde ese momento en adelante, estabas resuelto a pescar hombres; porque te fuiste de su lado y al instante, ¡le trajiste a tu hermano!

. . . Nunca pudiste ser el mismo, después del contacto de ese día maravilloso. Nunca jamás pudiste volver a jugar con la llama de la pasión, o albergar orgullo u odio, o alcanzar fama, o darle a la avaricia un lugar permanente.

. . . Más bien pienso que te oyeron decir o que pensaste: “Algo en Él hizo que mi orgullo se quemara y apaciguó mi odio y lo transformó en el amor del Señor . . . Después del contacto sanador de aquel día, ¡tengo que traer a Simón para que pase un día semejante!”

. . . Y desde entonces, cuando los hombres pasan por tu lado se dan cuenta de algún extraño y nuevo encanto, algún milagro misterioso e inexplicable. Entonces, en un susurro lleno de reverencia dicen: “¡Andrés ha cambiado mucho desde aquel día!”

. . . ¡Oh! Maravilloso Transeúnte en el camino oscuro de la vida. ¡Salvador! Que entiendes lo que dicen los pecadores: Concédeme venir bajo tu influencia encantadora, porque si no, he de quedarme endurecido, sin amor, manchado por el pecado, sin la huella de un día como ése!”

Se dice que el famoso fabricante de violines Stradivarius de Cremona marcaba cada uno de los violines preciosos que hacía con el nombre de Jesús y esto se hizo tan conocido que su obra todavía se llama “Stradivarius de Jesús,”

De igual manera, si nuestra vida llegara a conocerse por la marca sagrada que Él dijo que todos los hombres conocerían, habría más personas que, como el mendigo ciego, vendrían a Él para poder recibir la vista, y que también lo adorarían.

Ora:

Señor, permíteme caminar de Tu lado y experimentar Tu presencia transformadora y sanadora. Que cada día moldees mi corazón y mi espíritu a la forma de aquel que ha decido seguirte con disciplina y servirte con fidelidad. Amén.

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