Escucha:
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra. (Salmos 72:6)
Piensa:
El hombre de cincuenta años me miró con ojos suplicantes. Como si pudiera, con una palabra, resolver sus problemas. Llevaba un traje azul marino y una camisa blanca. Aparentemente, era un ejecutivo que vivía el mayor drama de su vida. “Oh, si tan sólo pudiera empezar de nuevo”, dijo, después de contarme el drama de su hogar desintegrado. “¿De qué sirve todo lo que he conseguido en la vida, si he perdido lo más preciado, que es mi familia?”, preguntó, casi afirmando.
“Empezar de nuevo”. Cuántas veces he escuchado esa expresión de los labios de la gente que pasa por el valle del dolor y la angustia.
En opinión del hombre que me hablaba, ya era “demasiado tarde”, su familia estaba separada, no había manera de reconstruir el jarrón de cristal hecho de pedazos.
Sin embargo, aferrado en Dios, el salmista piensa de otra manera. Para él, nunca es “demasiado tarde”. En el versículo de hoy, presenta un prado de “hierba cortada”. El término es una traducción de palabra hebrea gez que denominaba explícitamente “un pasto que ha sido tragado”. El ganado pasó y no dejó nada. Aparentemente, todo está terminado. Ya no es posible empezar de nuevo. Pero el salmista afirma: “Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra.“.
Pero ¿Quién es aquel que hará destilar el rocío? ¿Quién es capaz de tomar la vida donde sólo hay muerte? ¿Quién es el que puede sacar agua de la roca? ¿Quién puede verter la verdadera luz sobre las almas sumidas en la oscuridad?
Sí. Cuando todo parece perdido. Cuando, desde el punto de vista humano, todo ha llegado a su fin, cuando sientes que ya es “demasiado tarde”, Dios te espera con los brazos abiertos, listo para darte otra oportunidad.
Nunca es demasiado tarde para que alguien sostenga esa maravillosa mano. Hoy podría ser un nuevo día.
Si nuestra fe es lo suficientemente sólida como para creer sin ver, para confiar sin dudar, nuestro corazón se abrirá y dejará que El Señor sea como la lluvia que da sobre la pradera segada, la base para el maravilloso fruto, que milagrosamente, luego nacerá de ella.
Ora:
Señor, cuando me sienta derrotado, hazme saber que camino de Tu mano, y que junto a Ti, nunca es demasiado tarde. Amén
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