Escucha:
Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. (Salmos 119:133)
Piensa:
En una de las paredes de mi oficina cuelga un retrato que he tenido por casi sesenta años. Muestra al Señor Jesús de pie detrás de un hombre joven cuyos ojos están centrados en la dirección que el Maestro está apuntando. La mano de Jesús está en el hombro del hombre, e imagino que le está diciendo: “Este es el camino por el que vamos. Te llevaré a tu lugar de destino”. Aunque en la senda habrá alegrías y tristezas, el Señor guía a sus seguidores durante todo el camino hasta su morada eterna.
Cualquier persona se puede dar cuenta de que no está preparada para andar por la vida sola. Nuestro Dios omnisciente nos creó con la necesidad de buscar su dirección. Con nuestras fuerzas, conocimientos y poder de razonamiento, simplemente no podemos tomar las decisiones más prudentes. Pero la mano amorosa del Señor en nuestro hombro sabe cómo conducirnos por caminos correctos para tomar buenas decisiones.
El Señor está dispuesto y tiene el poder para guiarnos, si se lo permitimos. Caminar con Él no es difícil. Reconozca que se ha desviado a sendas que le han llevado al pecado y a la desobediencia. Decida seguir la dirección de Dios leyendo su Palabra y practicando los preceptos bíblicos. Y aprenda a traer delante de Dios sus decisiones grandes y pequeñas mientras busca la senda que Él ha dispuesto para usted.
Más allá de nuestro último latido del corazón se encuentra la eternidad. Es hacia allá donde nos está dirigiendo nuestro Salvador. Nuestra tarea es seguir en obediencia, para que podamos alcanzar el cielo y escuchar decir al Padre: “Bien, buen siervo y fiel”.
Ora:
Señor, guíame por tu camino, enséñame a ser fuerte y trabaja cada día en mi, de forma que pueda convertirme en la persona que te glorifica y te sirve con fidelidad. Amén.
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