#Devocional
Si manifiestas sincero amor e interés por el prójimo, no tendrás dificultades para ganar amigos. La gente no puede menos que sentirse atraída hacia quien se conduce con amor. La persona que quiere a los demás se hace querer. Cuando alguien sigue la regla de oro —«haz con los demás como te gustaría que hicieran contigo»—, atrae a la gente como las flores a las abejas. Tarde o temprano, los demás responden con reciprocidad. Esa es una de las ventajas de conocer y amar a Jesús y de observar Su regla de oro. —Shannon Shayler
La verdadera felicidad no procede de la búsqueda personal de placeres y satisfacciones egoístas. Es fruto de encontrar a Dios y hacer partícipes a nuestros semejantes de la vida que Él ofrece, a fin de hacerlos felices. Entonces la felicidad nos persigue, nos alcanza y nos colma sin comerlo ni beberlo. Si buscas a alguien a quien hacer feliz, la felicidad saldrá a tu encuentro. Pon tanto empeño en hacer feliz a otra persona que no puedas menos que ser feliz tú mismo. Interésate realmente por los demás y manifiéstales un amor abnegado. Te amarán más de lo que nunca han amado a nadie.
Amémonos más los unos a los otros. Hagamos con los demás como queremos que hagan con nosotros. Dejemos que el amor del Señor resplandezca más a través de nosotros, manifestando mayor perdón, comprensión, comunicación, generosidad, apoyo, compasión y cariño, y realizando actos que evidencien amor y sensibilidad hacia nuestros semejantes.
Dediquémosles tiempo, prestémosles oído, abrámosles nuestro corazón y nuestra vida. Seamos prestos para perdonar y olvidar. Hagamos lo posible por ser guardianes de nuestros hermanos. No nos neguemos esos gestos sencillos de cariño que comunican tan magníficamente el amor del Señor. Esforcémonos de todo corazón por conducirnos bien, por brindar apoyo y por dar a los demás la oportunidad de desahogarse. No saquemos conclusiones precipitadas ni juzguemos injustamente; concedamos un margen de confianza a quienes tienen sus batallas interiores. Sobrellevemos los unos las cargas de los otros y cumplamos así la ley suprema de Cristo. Procuremos ser un vivo ejemplo del amor incondicional del Señor.
Todo el mundo influye en su entorno. Quien se conduce con amor impulsa a otros a hacer lo propio. Basta con que manifiestes amor para que otro ser humano adopte esa misma actitud. El amor en acción es contagioso. Se transmite de un corazón a otro. Cuando irradiamos amor en suficiente medida, los demás lo reflejan.
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El amor es capaz de generar increíbles reacciones en cadena. Cuando una persona manifiesta amor al prójimo, repercute en los demás y los incita a hacer lo mismo. Basta con un gesto, una palabra de amor o incluso un pensamiento amoroso. El amor engendra amor. —Shannon Shayler
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Oseas 2:19 (NVI)
Yo te haré mi esposa para siempre,
y te daré como dote el derecho y la justicia,
el amor y la compasión.
Jeremías 31:3 (NVI) Hace mucho tiempo se me apareció el Señor y me dijo:
«Con amor eterno te he amado;
por eso te sigo con fidelidad,
Salmos 103:4 (NVI)
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
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