La Biblia da muchas pautas sobre cómo invertir sabiamente nuestro tiempo y energías. Se nos exhorta, entre otras cosas, a amar y ayudar al prójimo, a difundir la buena nueva del amor de Dios y a ser aplicados en nuestro trabajo. Por otra parte, la Biblia también enseña que a veces lo mejor es quedarse quieto y dejar que Dios obre en favor nuestro.
—Me voy de pesca —dijo Simón Pedro a sus condiscípulos.
—Te acompañamos —respondieron ellos.
Esto ocurrió semanas después de la muerte de Jesús. Si bien los discípulos ya lo habían visto en dos ocasiones desde Su resurrección, seguían desconcertados, sin saber qué hacer. Algunos habían sido pescadores antes que Jesús los llamara y los invitara a seguirlo. Quizá les pareció lógico retomar su antigua profesión. Además, eso les daba algo que hacer.
Pero a veces, por mucho que hagamos, no avanzamos.
Ese día los esfuerzos de Simón y sus compañeros de pesca no rindieron fruto. «Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada».
Seguro que muchos nos identificamos con ellos. Aunque estemos ocupados y activos en distintos menesteres, no siempre avanzamos o logramos mucho.
Imagínate a los discípulos a la mañana siguiente, cansados, desalentados, con hambre. Habían trabajado toda la noche sin sacar nada. Para colmo, un desconocido les grita desde la orilla:
—¿Tienen algo de comer?
No, no tenían nada. De no ser porque aquel extraño les mandó que echaran la red «a la derecha de la barca», ninguno de ellos habría sospechado siquiera que se trataba de Jesús.
Siguieron las indicaciones del Maestro y esa vez sí tuvieron una buena pesca. Sacaron 153 presas para ser exactos. En todo caso, cuando llegaron a la orilla se encontraron con que ya había pescado asándose a las brasas, y pan fresco. Después de todo, había sido innecesario pasarse toda la noche pescando. El Señor podía satisfacer de sobra sus necesidades.
La próxima vez que tus esfuerzos resulten inútiles, recuerda que Dios no nos exige ni quiere que estemos siempre ocupados en algo; a veces simplemente desea vernos tranquilos y relajados. Unos momentos de silencio y de reflexión antes de emprender una intensa jornada pueden ser el factor determinante para que todo salga bien. Antes que nada, pasa unos minutos con Dios, y Él te acompañará todo el día.
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1 Tesalonicenses 4:11 (NVI) a procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado,
Juan 21:14 (NVI) Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Mateo 4:18 (NVI) Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores.
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