«Esto será fácil», pensé cuando me preparaba para ingresar a la secundaria. No esperaba tener dificultades para hacer amigos o relacionarme con mis compañeros. Por desgracia, mi confianza se hizo añicos el primer día de clase, cuando conocí al chico que habían puesto a mi lado.
Sean (se pronuncia Shaan) era de mi estatura, pero pesaba el doble que yo. Era descuidado en sus estudios, nunca se preparaba para los exámenes, y gritaba y maldecía a profesores y estudiantes por igual. Cada vez que se le presentaba la oportunidad, se ponía a fanfarronear interminablemente sobre los violentos videojuegos a los que jugaba, cuya influencia se hacía notar en su comportamiento agresivo y destructor. Al poco tiempo se me quitaron todas las ganas de sentarme a su lado.
Pasaron varias semanas, y Sean iba de mal en peor. Suspendió casi todos los exámenes. Todos los días se metía en peleas con otros compañeros, y no lograba hacer amigos. Aunque yo me esforzaba por ser amable, me mantenía a cierta distancia de él.
Un día, a la hora del almuerzo, me di cuenta de que la única silla libre en el comedor era la que estaba al lado de Sean. Me senté allí de mala gana y hablamos de bueyes perdidos. Durante esa breve conversación me enteré de que el padre de Sean había muerto cuando él era muy pequeño y de que su madre trabajaba muchas horas en un turno de noche. De ahí que él casi siempre estuviera solo en casa y únicamente la viera los fines de semana.
Me avergoncé de mi actitud dura y criticona y decidí manifestarle amor, bondad y aceptación a pesar de que eso iba en contra de mi propensión natural.
Al principiomis esfuerzos se toparon con burlas, rechazos e insultos. Sean había sido víctima del matonismo desde el primer grado, y para protegersese había creado un caparazón duro e insensible. Cuando elegíamos equipos, costaba muchoincluirlo, y a mí me resultaba difícil establecer comunicación con él porque cualquier cosa que yo hiciera eracorrespondida con comentarios sarcásticos. En muchas ocasiones me entraban ganas de enojarme, y me preguntaba si valía la pena hacer ese esfuerzo por él.
Sin embargo,con el paso del tiempo Sean poco a poco se volviómás amable. Una mañana, más de cuatro meses después de aquella primera conversación en el comedor, Sean insistió en formar pareja conmigo para una actividad escolar. Me sorprendió.
—Siempre dices que no quieres volver a verme—le espeté.
—¡No es cierto! —respondió con una gran sonrisa—. Eres mi amigo, la única persona a la que le importo. Quiero que siempre seamos amigos.
Ese día no solo gané una amistad que aún perdura, sino que además descubrí una valiosa verdad: independientemente de cómo actúen, se vean o se comporten las personas, todas quieren y necesitan sentirse queridas y aceptadas. Por debajo del duro caparazón de piedra que uno pueda llevar suele haber vistosas floresdeseosas de brotar. Las palabras amables y los gestos de bondad son para el corazón humano lo que el sol es para las flores. Pueden pasar días, semanas, o incluso meses y años antes que nuestros esfuerzos se vean recompensados; pero un buen día la persona florece.
Cuando Jesús dijo: «Amarás a tu prójimo», indicó que quiere que amemos a toda persona que necesite de nuestra atención o nuestros favores, trátese del cartero, de la señora de la limpieza, del recepcionistao del matón del colegio que se sienta a nuestro lado.
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2 Timoteo 4:1-2 (NVI) En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir en su reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy este solemne encargo: Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.
2 Juan 1:10-11 (NVI) Si alguien los visita y no lleva esta enseñanza, no lo reciban en casa ni le den la bienvenida, pues quien le da la bienvenida se hace cómplice de sus malas obras.
1 Corintios 5:11 (NVI) Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer.
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