En La Salud Como En La Enfermedad

#Devocional

Hace poco vi De amor y otras adicciones, una comedia romántica basada en las memorias de Jamie Reidy.

Si bien me pareció que la película tiene sus más y sus menos, presenta una historia de amor más realista que las de las típicas películas románticas hollywoodienses. En ella, la joven y bella Maggie Murdock (Anne Hathaway) padece una enfermedad degenerativa incurable: el mal de Parkinson. Para mí eso compensó las escenas de la película que no me gustaron. Es que en la vida y en el mundo real, en las relaciones de pareja, suceden ese tipo de cosas.

Unas semanas antes había escuchado una entrevista muy conmovedora que le hicieron a Toben Heim. Toben ha escrito varios libros, algunos de ellos juntamente con su esposa, Joanne, y tiene también uno del que es coautor con Ryan Dobson.

En la entrevista, Toben relata que luego que Joanne sufrió una apoplejía que la dejó paralizada, sin habla y en un lamentable estado físico, mental y emocional, su compromiso matrimonial cobró mucha mayor profundidad. Fue muy emotivo oírlo explicar en detalle el efecto que ello tuvo en la vida de los dos y en la de sus hijos. Esa desgracia incrementó su amor por su esposa y su fe en las promesas de Dios.

Hace poco también leí unos extractos de una entrevista que le hicieron a Laura Hillenbrand, autora del éxito de ventas Seabiscuit: Una leyenda americana sobre un famoso caballo de carreras. Ella es conocida por sus animadas narraciones e impactantes personajes. Pues resulta que lleva décadas prácticamente postrada en cama, ya que padece una grave enfermedad muy debilitante. En muchas ocasiones ni siquiera tiene fuerzas para hablar o para cambiar de posición en la cama.

Cuando el entrevistador le preguntó cómo se las arregla, Hillenbrand dijo que casi todo es gracias a su marido, «su novio desde que estudiaba en la universidad». Explicó: «[Cuando nos casamos] yo estaba tan enferma que no fui a la recepción, y en la boda aparecí apenas unos minutos. Él aguantó todo eso. Algunas parejas se separan en circunstancias así; a nosotros nos unió. Nos entendemos profundamente. Él no me ve como una persona enferma. Ve todo lo demás que soy. Tuvimos que aprender a bandearnos. No es nada fácil cuando en una pareja uno de los dos padece una enfermedad».

Al leer su impresionante relato pensé que esa señora debe de estar casada con un santo. Me vino a la mente mi propia situación, y todo lo que mi esposa, Kristina, que también es una santa, ha tenido que sufrir sacrificadamente año tras año. No solo por las migrañas que padezco muy seguido ni por mis otras enfermedades frecuentes que ella me ha ayudado a sobrellevar. Eso por seguro afectó su vida. Pero además ha soportado con gracia todas los demás rasgos fastidiosos de mi persona, cosas que yo en su lugar no habría aguantado.

Creo que la mayoría de nosotros, si no todos, padecemos una u otra dolencia; y la verdad es que no es fácil hacer funcionar una relación, sea cual sea. Todos tenemos puntos flacos y defectos que requieren una cantidad ilimitada de amor abnegado y perdón incondicional por parte de nuestra pareja. ¡Al menos en mi caso es así! No sé cómo ha hecho Kristina para aguantarme todos estos años, pero lo ha logrado. La admiro por eso, y se lo agradezco a Dios. Decididamente es una santa.

También escuché una entrevista muy conmovedora que le hicieron a Joni Eareckson Tada y a su marido, Ken. Desde hace años Joni es tetrapléjica, y para colmo hace poco le detectaron cáncer de mama. El testimonio de fe y devoción conyugal que dieron ambos fue tan motivador que no he podido sacármelo de la cabeza. Sobrellevar un cáncer y los efectos debilitantes de los tratamientos médicos es difícil para cualquiera, no lo dudo. Pero en el caso de ellos dos es una prueba todavía más compleja. La intención del entrevistador era informar al público sobre el tratamiento contra el cáncer de Joni, además de pedir oración por ellos. Pero la entrevista fue tomando otro curso y derivó en algo mucho más profundo: una hermosa e increíble historia de amor.

Mientras escuchaba se me caían las lágrimas, no solo por las batallas que esa increíble mujer ha tenido que librar, sino más aún por el profundo amor que se reflejaba en la temblorosa voz de su esposo mientras narraba lo difícil que ha sido para él ver a Joni sufrir tanto y explicaba que todo eso los ha unido como nunca y los ha llevado a enamorarse aún más.

Joni explicó: «Es extraordinario tener a alguien a tu lado cuando estás viviendo una pesadilla de esas dimensiones. La otra noche tenía tanto dolor que justo antes de acostarme recé: “Señor Jesús, ¿podrías aparecerte esta noche? Déjame verte y sentirte. Hazme saber que estás conmigo. Tú prometiste que no me dejarías ni me abandonarías. Me gustaría sentirlo esta noche”.

»Y bueno, como era de esperar, tuve que despertar a Ken para que me ayudara. Al verlo de pie junto a mí en la penumbra del cuarto, pues solo teníamos encendida mi lamparita de noche, dije: “¡Eres tú! ¡Tú eres Jesús! Ken, lo siento a Él cuando me tocas, lo veo a Él en tu rostro, en tu sonrisa. [Lo oigo] en el tono de tu voz”. Fue de lo más hermoso sentir la presencia de Jesús en mi marido».

Me siento totalmente identificado con lo que Joni dijo. Gracias a Dios, nunca he tenido que soportar lo que ella tan valientemente ha aguantado durante décadas, desde que un accidente que sufrió al lanzarse al agua la dejó paralítica. En todo caso, las personas más cercanas a mí saben que sufro de múltiples trastornos de salud y que con frecuencia tengo mucho dolor. Ha habido veces en que estaba tan enfermo o con tanto malestar que no podía pensar ni hablar. Estoy seguro de que quienes padecen una enfermedad crónica me entienden.

Pero aun en los momentos más difíciles, Jesús siempre ha estado conmigo para calmarme y consolarme, y en últimas, para curarme. Las más de las veces, Kristina ha sido como Jesús para mí, con su tierno afecto, su paciencia infinita, su sólido aguante y su amor incondicional. Así es ella. Como el esposo de Joanne Heim, el de Laura Hillenbrand, el de Joni Eareckson Tada y tantos otros maridos y mujeres, mi esposa persiste a mi lado tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad.

Claro que a veces uno no tiene cerca a una persona como ella. Aun en esos casos Jesús siempre nos acompaña. Ve nuestra necesidad, se compadece de nuestras debilidades4 y sin falta nos presta ayuda en las noches más tenebrosas. Aun cuando no lo apreciamos como debemos, Él permanece fielmente a nuestro lado. Pase lo que pase, no nos deja.

Ahora bien, cuando tienes a una persona —tu cónyuge, un pariente, un amigo— que de buena gana decide acompañarte por muy intensa que sea tu aflicción o padecimiento, alguien que no te ve como un enfermo o un desastre, sino como todo lo demás que eres o podrías llegar a ser, es algo increíble, maravilloso, casi demasiado bueno para ser cierto.

Mi oración es que cada uno de nosotros pueda vivir cada día abnegada y desinteresadamente, con amor, encarnando a Jesús para las personas que Dios ha puesto en nuestra vida, en las buenas y en las malas, en la salud como en la enfermedad.

Juan 13:34-35 (NVI) »Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.

Gálatas 6:10 (NVI) Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.

Santiago 2:14-17 (NVI) Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.

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