Decidí que más vale tarde que nunca y me atreví con algo que hubiera debido hacer mucho tiempo atrás: con mis 50 y tantos años me inscribí en un curso de conducción en la autoescuela del barrio.
Imagínate mi horror cuando en la segunda clase el instructor me llevó a conducir por Nairobi, con su tráfico caótico.
—Trate de dejar un espacio alrededor del vehículo —fue una de las primeras instrucciones que me dio.
—No es tan fácil, sobre todo cuando nadie más lo hace —murmuré nerviosamente mientras intentaba abrirme paso a través del tráfico en la hora punta.
A pesar de mis esfuerzos, pronto me encontré atrapada entre minibuses atestados que emitían música rap a todo volumen, motocicletas que serpenteaban entre un carril y otro, y un volquete repleto de basura al lado del cual mi autito se veía minúsculo.
—Si le resulta imposible tener espacio por todos los lados, trate de disponer de espacio por lo menos en dos; y si no en dos, al menos en uno, por delante o por detrás.
Aquello tenía toda la pinta de ser un principio aplicable a la vida en general cuando nos vemos intimidados por los problemas.
Teniendo siete hijos y habiendo trabajado muchos años de misionera en África, me he visto en situaciones de todo tipo, algunas tan angustiosas que estaban al límite de lo que yo era capaz de resistir. Cuando daba la impresión de que las circunstancias se tornaban insoportables, me venía a la memoria la siguiente promesa: «Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar».
Las siguientes tácticas me han resultado muy útiles:
Dejarme espacios. Para poder hacer frente a situaciones agotadoras empecé a tomarme pequeños descansos durante el día. Esos ratos me sirven de válvula de escape en los períodos en que necesito una mayor dosis de gracia y energía.
Ser franca. He tenido que aprender a ser franca conmigo misma y con los demás acerca de mis limitaciones. Por ejemplo, mi nieto de tres años sabe que me molesta el ruido y, por respeto, procura no hacer bulla, lo que contribuye a que los dos disfrutemos más los ratos que pasamos juntos.
Buscar tiempo. En nuestra familia siempre hemos procurado encontrar tiempo para hablar de los problemas y para encomendarle juntos a Dios las cuestiones difíciles.
Aceptar ayuda. Permitir que los demás nos ayuden en situaciones estresantes puede ser un salvavidas. Las victorias que son fruto de un esfuerzo conjunto estrechan nuestros lazos con los demás.
Consultar con la almohada. En muchos temas polémicos y cuestiones inquietantes, conviene tomarse el tiempo necesario para decidir con tranquilidad. Eso también le da a Dios la oportunidad de resolver la situación.
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1 Juan 4:18 (NVI) sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
2 Corintios 4:8-9 (NVI) Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.
1 Corintios 10:13 (NVI) Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.
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