No creo que Dios pretenda que ningún matrimonio sea perfecto. A mi modo de ver, Él permite la presencia de algunas espinas, elementos de los que rehuimos pero que Él sabe que nos hacen bien. Tal vez te preguntes por qué tiene que haber diferencias, susceptibilidades, malentendidos, celos, resentimientos, complejos de inferioridad, sacrificios, discusiones, disgustos, temores, desengaños y adversidades. Nada de eso parece muy útil para forjar un matrimonio bien sólido.
Me recuerda el refrán: «La adversidad es ocasión de virtud». No se puede negar el hecho de que el carácter y la fortaleza de ánimo de una persona se forjan en la adversidad. Si no tuviéramos dificultades en la vida, no ejercitaríamos las cualidades que nos vuelven mejores personas: la paciencia, la comprensión, el perdón y muchas más.
Los malentendidos, los desacuerdos, las heridas emocionales e incluso las ofensas nos obligan a responder. Podemos escoger esforzarnos, tratar de mejorar, acudir a Dios para que nos dé más amor, perdonar y procurar aprender lo que podamos de la situación. El matrimonio ofrece incontables oportunidades de ese tipo.
Lo que importa es nuestra manera de responder y actuar ante las circunstancias que intervengan en nuestra vida. ¿Vamos a aprender de las dificultades y volvernos mejores, o vamos a endurecernos? ¿Vamos a volvernos más humildes o más soberbios? ¿Vamos a recurrir a nuestra inventiva para resolver los conflictos, o permitir que nos hundan y nos desesperen? ¿Vamos a tomar la resolución de cambiar en lo que sea preciso para resolver el problema, o vamos a ponernos a acusar y criticar? ¿Vamos a reafirmar nuestro compromiso, o vamos a tener la tentación de abandonar cuando la situación se complique?
Incluso cuando nos esforzamos al máximo y vamos creciendo, aprendiendo y madurando, siempre surgen nuevos retos, porque la vida que Dios nos dio es así. Vencemos una dificultad y pasamos a la siguiente. De todos modos, cada victoria es un paso hacia adelante. Cada una es una experiencia gratificante. Cada una representa un avance, un progreso.
No obstante, ¿qué sucede cuando no logramos superar algo y parece que estamos condenados a sentir frustración permanente en algún aspecto? Dios dice que, si hicimos todo lo posible y oramos todo lo que pudimos, no debemos sentirnos fracasados, y no está todo perdido. Habiendo acabado todo, podemos mantenernos firmes y dejar que el Señor nos imbuya Su paciente perseverancia.
Puede que Él sepa que en el fondo esos tramos pedregosos son más beneficiosos para nosotros en algún sentido que una carretera bien lisa. Si dialogamos con Él acerca de nuestra relación, Él nos motivará a esmerarnos en los aspectos en que debemos mejorar, nos alentará por lo que hacemos bien y nos ayudará a mantener viva la llama del amor en nuestra relación. Respaldados por Su poder, contaremos con la fortaleza y la gracia necesarias para encarar el siguiente reto.
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Génesis 2:24 (NVI) Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.
Proverbios 18:22 (NVI)
Quien halla esposa halla la felicidad:
muestras de su favor le ha dado el Señor.
Hebreos 13:4 (NVI) Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.
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