#Devocional
Estando en una estación de servicio, observé a tres señoras que iban frenéticamente de su auto al cajero, que se encontraba dentro del local. Una de ellas pasó por delante del stand donde yo estaba vendiendo libros, y le pregunté si podía ayudarla en algo.
—¡Perdimos las llaves del auto! —exclamó—. Hemos buscado por todas partes. Necesitamos un cerrajero que nos haga otra llave.
El cajero hizo unas llamadas por teléfono, pero no encontró a nadie que pudiera hacer el trabajo. Se trataba de un auto lujoso con un modernísimo sistema de seguridad. Solo un representante oficial de la marca sería capaz de hacerle un duplicado de la llave. Eso tomaría 48 horas. Las señoras estaban a más de mil kilómetros de su lugar de residencia. No les quedaba más remedio que alojarse en algún hotel cercano hasta que llegara la nueva llave.
«Ora con ellas para que encuentren la llave», me habló al pensamiento una voz harto conocida. Era Jesús, que me estaba poniendo a prueba. La verdad es que orar en público con desconocidos no es mi fuerte. Pero el Señor me había indicado que lo hiciera, así que con humildad le pregunté a una de las señoras:
—¿Cree usted en Jesús?
Contestó que no estaba segura. Intenté abordar el asunto desde otro ángulo:
—¿Cree en la oración?
Masculló que sí. Entonces le dije que quería rezar para que ella y sus amigas encontraran la llave. A esas alturas, ella estaba dispuesta a lo que fuera con tal de salir de aquel brete. Así que aceptó y oramos juntos.
Veinte minutos después el gerente se me acercó con expresión de asombro.
—¡Encontraron la llave! —exclamó—. Por la ventana vi que usted oraba con una de las señoras, y ahora encontraron la llave.
Al mismo tiempo, ella vino hacia mí corriendo. Saltaba de alegría, sin exagerar. Me dio un abrazo y me agradeció la oración.
—Fue un milagro —me aseguró—. Todavía estábamos buscando, y no había otros autos alrededor. De golpe un señor se estacionó junto a nuestro vehículo, se bajó y nos preguntó qué buscábamos. Apenas le respondimos, se agachó, recogió la llave y dijo: «¿Es ésta?» La llave está en un llavero de color amarillo vivo. Si hubiera estado en aquel sitio todo el tiempo, lógicamente la habríamos visto. No me cabe duda de que fue un milagro —repitió—. Cuando me preguntó si creía en Jesús y en la oración, me quedé desconcertada. Antes creía, pero ahora ando tan ocupada que no rezo mucho ni con muchas ganas. Esta experiencia me ha renovado la fe.
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Romanos 10:17 (NVI) Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.
Hebreos 11:6 (NVI) En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.
Mateo 21:22 (NVI) Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración.
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