En mi tercer año en la universidad me eligieron para entrenar al equipo de fútbol americano de mi asociación estudiantil. Mi primera y más importante decisión fue nombrar a nuestro mariscal de campo, el jugador —en el fútbol americano— que decide tácticamente las jugadas y organiza la ofensiva. Yo quería un mariscal de campo que escuchara mis consejos y fuera respetado por los demás jugadores, aunque lógicamente, también tenía que ser capaz de pasar el balón, correr y tener una buena condición física.
Me vi sometido a bastantes presiones por parte de la asociación. La mayoría pensaba que Levy debía ser el mariscal de campo. Era un atleta talentoso, muy ágil, rápido, y era el que tenía el brazo más fuerte. Además era un estudiante de último año, por lo que algunos consideraban que tenía precedencia sobre los demás candidatos. O’Neil era otra posibilidad. Si bien era estudiante de tercer año, era un gran atleta, alto, fuerte y también un gran lanzador. Sin embargo, tanto Levy como O’Neil eran bastante bocazas y solían ofender a los demás. Lo que nosotros necesitábamos era un mariscal de campo que uniera al equipo.
Acabé por escoger a Terry, un joven más callado que también era buen deportista, pero no tan habilidoso como Levy u O’Neil. Desde mi punto de vista, no fue una decisión muy difícil, pero me valió críticas de los partidarios de los otros dos jugadores.
El caso es que nos fue fantástico. En los dos años en que estuvimos invictos puse a Levy de halfback, para que corriera con el balón con bastante frecuencia, y a O’Neil de fullback. Ambos tuvieron oportunidad de desplegar sus habilidades como lanzadores, y muchos de nuestros jugadores fueron elegidos estrellas de la liga de asociaciones estudiantiles.
Como entrenador de fútbol aprendí que las personas vistosas y locuaces no son necesariamente las más indicadas para capitanear un equipo. Es más, trabajando codo a codo con el entrenador un jugador más callado —como Terry— podía hacer una excelente labor y promover la unidad y la colaboración, que es justamente lo que un equipo necesita para ganar.
Un equipo es una combinación de miles de factores humanos y psicológicos encaminados hacia el mismo objetivo: la victoria.
Manuel Gómez-Brufal (n. 1988), deportista español
Los partidos se ganan con talento; los campeonatos, con trabajo en equipo y con inteligencia.
Michael Jordan (n. 1963), ex jugador de baloncesto estadounidense, considerado el mejor de todos los tiempos
Ningún tripulante recibe elogios por el brioso individualismo con que rema.
Ralph Waldo Emerson (1803–1882), poeta estadounidense
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Mateo 6:24 (NVI) »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.
Proverbios 13:11 (NVI)
El dinero mal habido pronto se acaba;
quien ahorra, poco a poco se enriquece.
Hebreos 13:5 (NVI)
Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho:
«Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré.»
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