#NoticiasCristianas
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Desde hace miles de años, filósofos y teólogos han procurado esclarecer uno de los grandes enigmas de nuestra existencia: ¿Qué otorga sentido a la vida? ¿Cuál es nuestra razón de ser? Todo el mundo anhela alcanzar la felicidad y sentirse realizado; pero ¿cuál es la felicidad verdadera y de dónde emana?
Los antiguos griegos entendían que la fuente de la felicidad es interior y que se cultiva llevando una vida plena. Tenían un término para ello, eudaimonía, que según Aristóteles es un estado de plenitud y armonía del alma como consecuencia de participar en actividades que nos obliguen a ejercitar nuestro talento y estimulen nuestras capacidades, de realizar acciones que redunden en beneficio de otros y de encauzar nuestra vida por una senda de principios y virtudes. No basta con poseer habilidad o disposición para algo; la eudaimonía exige que esa habilidad se traduzca en hechos.
En su Epístola a los efesios, el apóstol Pablo ruega a los cristianos que lleven una vida digna de su vocación. Prosigue diciendo que para ello es necesario que actúen con humildad, mansedumbre, paciencia, tolerancia y amor, y que se esfuercen por estar en paz con sus semejantes.
Llevar una vida virtuosa y regirse por buenos principios parece una buena idea. Desafortunadamente, dada nuestra naturaleza imperfecta, los seres humanos no podemos alcanzar a pulso ese ideal. Los creyentes, sin embargo, podemos echar mano del poder divino para trascender nuestras limitaciones. «Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino».
Salomón, considerado el hombre más sabio de la Historia, también descubrió lo inútil y estéril de una existencia centrada en uno mismo y en el mundo. No obstante, dio con una solución. En el libro de Eclesiastés, al término de su búsqueda de la felicidad y el sentido de la vida, concluye: «Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple Sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre».
En la medida en que aprendamos a centrar nuestros pensamientos y nuestros actos en Dios y en el bienestar de los demás, nuestra vida tendrá un norte y un sentido más trascendente.
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Efesios 4:1 (NVI) Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido,
Salmos 18:32 (NVI)
Es él quien me arma de valor
y endereza mi camino;
Eclesiastés 12:13 (NVI) El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre.
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