En cierta ocasión asistí a una reunión en la que un muchacho de 16 años entonó varias canciones cristianas. Su rostro resplandecía con el gozo del Señor. Después supe que se había criado en un ambiente sumamente pernicioso. Desde los 12 años lo habían obligado a salir a robar para mantener a su familia. Al cabo de un año robaba también para costear su propia adicción a las drogas, producto de su vida delictiva. Durante años se paseó por diversos correccionales: quedaba libre y lo volvían a detener. Un día unos jóvenes lo conocieron en la calle y le mostraron cómo recibir a Jesús. Su vida se transformó.
¿Cómo tuvo lugar esa metamorfosis? Hay un versículo de la Biblia que dice: «Nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en Su misma imagen». La transformación se produce al fijar la mirada en el Señor. Muchas personas intentan transformar su vida a base de determinación y fuerza de voluntad. Sin embargo, por muchos esfuerzos que hagan nunca experimentan una metamorfosis como la de aquel muchacho, ¡nunca! Eso solo se logra contemplando a Jesús.
Jesús dijo: «Permaneced en Mí, y Yo en vosotros». Ese es el secreto de una vida transformada: que Jesús permanezca y viva en nosotros. Es Él quien obra la transformación. Si le damos ocasión, Él cambia nuestra vida para bien.
Si aún no le has pedido a Jesús que te ayude a transformar tu vida, hazlo ahora mismo. Basta con que reces esta simple oración o una parecida:
Jesús, quiero abrirte a Ti mi vida. Te ruego que entres en mí y me conviertas en una nueva persona.
El mismo Jesús que transformó el agua en vino puede transformar tu hogar, tu vida, tu familia y tu futuro. Todavía se dedica a hacer milagros. Lo Suyo es obrar transformaciones.
Adrian Rogers (1931–2005)
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1 Juan 4:18 (NVI) sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
2 Pedro 1:21 (NVI) Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.
2 Timoteo 3:16 (NVI) Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia,
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