#EnergiaPositiva
Siempre han sido un poco enigmáticas para mí estas palabras de Jesús: «Si tuvieran
fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a esta
montaña: “Muévete de aquí hasta allá”, y la montaña se movería». Pocas veces he
sabido de montañas que se desplacen, como no sean volcanes que revientan o el
Paricutín que surgió en México en tiempos recientes. ¿Por qué eligió entonces Jesús
esa analogía?
Con el tiempo he llegado a comprender que, si bien mi fe no ha movido ninguna mole
de granito ni de tierra, una pizca de fe, minúscula como una semilla de mostaza,
puede vencer esos obstáculos monumentales que de cuando en cuando se nos
presentan en la vida.
Lo que sucede es que el desenlace en muchos de esos casos no es tan evidente
como que una montaña se caiga al mar. El escritor cristiano Kent Crockett lo expresó
así: «La fe es la capacidad de trascender circunstancias adversas y ver la mano de
Dios en acción». Esa capacidad suele ser difícil de evaluar; por eso con frecuencia
dudamos de que nuestra fe sea real.
En Hebreos 11, Pablo menciona a una serie de personajes del Antiguo Testamento
que vivieron toda su vida con fe y nunca llegaron a ver el cumplimiento final de sus
caras esperanzas: el reino de Dios en la Tierra. Eso, sin embargo, no quiere decir
que su fe fuera en vano. En su peregrinar hacia su meta, entre otras cosas «esas
personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les
había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon
de morir a filo de espada. Su debilidad se convirtió en fortaleza».
Espero que los artículos y relatos personales de este número de Conéctate
contribuyan a estrechar tu relación con Dios, el autor y consumador de nuestra fe.
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