#EnergiaPositiva
Resulta interesante que el apóstol Pablo escribiera eso a los cristianos de Roma, dadas las evidentes similitudes entre el clima social que había en Roma en el siglo i y el que impera hoy en día en gran parte del mundo. El mal abundaba en Roma, y su influjo era muy fuerte. No fue precisamente por su modestia, bondad y compasión que el Imperio romano se convirtió en la potencia dominante del mundo occidental.
La riqueza estaba en manos de unos pocos que se servían de ella para avasallar a los demás. Los ricos y los poderosos vivían con derroche de lujos mientras las masas bregaban por sobrevivir. Unos se entregaban a las perversiones y el libertinaje, mientras que otros no hacían caso de esas cosas.
El cristianismo era una religión más, y Cristo una deidad entre muchas. Teniendo en cuenta la turba de dioses que adoraban los romanos, debía de ser muy difícil convencer a alguien de que Jesús era «el camino, la verdad y la vida» Juan 14:6 (RV95). ¿Algún parecido con la realidad actual?
Es fácil sentirnos abrumados por el mal que hay en el mundo. Todos los días nos enteramos de algún crimen aterrador que se ha cometido. Los medios de comunicación de masas compiten entre sí por difundir expresiones cada vez más novedosas y espeluznantes de violencia, perversión y maldad. Hay casos en que la ficción se inspira en la vida real, y viceversa; lo que está claro es que en la mente de muchos la vida ha perdido todo carácter sagrado.
¿Qué podemos hacer para recomponer un mundo tan sumido en la maldad? Ese mismo dilema se les planteó a los cristianos de Roma. Y el consejo del apóstol Pablo sigue igual de vigente: «Vence con el bien el mal».
Si vemos un plato sucio, nada remediamos con enojarnos. De nada sirve tampoco hacer como si no lo viéramos. La única solución es someter ese plato a un buen lavado con agua y jabón.
Si una habitación está oscura, uno puede echar pestes contra las tinieblas y quejarse por lo desagradables que son; pero también puede accionar el interruptor o abrir las cortinas y dejar entrar la luz.
Lo mismo sucede con los males de la sociedad. Podemos dejar que nos desanimen, nos depriman y nos enojen —«ser vencidos de lo malo»—; o podemos constituir una fuerza positiva, aunque no sea más que dando ejemplo nosotros mismos. No todos los platos terminarán limpios, ni se iluminará cada corazón entenebrecido. Sin embargo, cada uno de nosotros puede hacer lo que está dentro de sus posibilidades día tras día, con cada persona, y con cada decisión.
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Romanos 12:17-20 – No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.»
Romanos 12:21 – No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
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