#EnergiaPositiva
«Ya no volverán».
Recuerdo cómo me sentí cuando la realidad de la situación por fin caló en mí: sola, temerosa e insegura. Llevaba años trabajando en una obra de servicio social en un país pobre del Sur de Asia. Participaba muy activamente y aportaba algo a la obra, pero esta no dependía de mí; yo era un simple engranaje de la maquinaria, y eso me venía de perlas. Me sentía segura y me podía beneficiar de los años de experiencia de los demás, eso sin hablar de su respaldo económico. Pocos motivos tenía para preocuparme.
Pero en el transcurso de un verano todo cambió. De golpe los planes de mis compañeros de labor se vieron radicalmente alterados por trastornos de salud y las necesidades de sus hijos en materia de educación. Se fueron, y las obras de beneficencia quedaron en mis manos, eso siempre y cuando fuera capaz de mantenerlas en marcha.
Sabía que tendría que evaluar a fondo la situación y reflexionar sobre el futuro de la obra que habíamos establecido. Los primeros meses gozaría de cierta estabilidad, pues mis compañeros habían dejado recursos para ello. Pero no tenía ni idea de lo que iba a pasar después.
Justo en esa época me enfermé más gravemente que nunca. Durante más de un mes estuve casi todo el tiempo en cama. Apenas podía comer. Por alguna extraña razón, ese estado de completa incapacidad en que me encontré a raíz de mi dolencia me impidió caer en la ansiedad y la desesperación, cosa que habría hecho en circunstancias normales. Simplemente estaba demasiado enferma para alarmarme. Lo único que podía hacer era tratar de llegar hasta el final del día y luego hasta el final de la noche. No me quedaban energías para preocuparme. En ese estado de incapacidad, Dios fue mi permanente compañero y obró en mi favor.
Con el paso del tiempo, no hubo mayores cambios ni intervenciones en la obra, pero nunca faltó nada: donantes para las diversas campañas, un empleo cuando surgió la necesidad. Apenas se cerraba una puerta, se abría otra. Si bien siempre había valorado la estabilidad, en aquel período de cambios y de brusca independencia descubrí otro tipo de estabilidad y felicidad. Finalmente llegué a una firme conclusión: mantendría la obra en funcionamiento mientras pudiera, es decir, mientras Dios me ayudara a hacerlo.
La vida es imprevisible, y no está exenta de contrariedades. Así y todo, estoy más contenta que nunca. Estoy segura de que Dios puede resolver una situación aun cuando nosotros no podamos hacer nada para ayudarlo. ¿Cómo no voy a estar convencida de ello cuando fue precisamente eso lo que hizo por mí?
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Filipenses 4:13 (NVI) Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
2 Timoteo 4:7 (NVI) He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe.
Jeremías 29:11 (NVI) Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.
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