PASEOS CON UN AMIGO

Hoy en día es consuetudinario recomendar un paseo, una caminata, para botar toxinas, liberar tensiones o como simple forma de recreación en medio de tanto compromiso. Todos los expertos coinciden en que caminar es excelente para la salud. Un buen paseo cae de maravilla, y más si vamos acompañados de una persona con quien tenemos afinidad. Si encima caminamos con Dios, el efecto es doblemente beneficioso. «Y ¿cómo se hace eso?», me preguntarán intrigados algunos.

La expresión andar con Dios aparece en diversos pasajes bíblicos. Se dice de Noé, por ejemplo, que «siempre andaba con Dios». Otro que anduvo con Dios fue Enoc, enigmático personaje que de tanto pasearse con el Todopoderoso un día se esfumó, y no se supo más de él. Reza la Escritura que Dios se lo llevó. Claro, la mayoría de nosotros no aspiramos a tanto, pero quizá sea porque tenemos un concepto equivocado de lo que significa esa expresión. Probablemente la asociamos con ideales inalcanzables de espiritualidad o con el cumplimiento de multitud de normas y preceptos.

Caminar con Dios implica mucho más que simplemente obedecerle. Es hacer Su voluntad, pero también disfrutar de Su compañía. En Sus paseos vespertinos por el Edén, Dios demostró desde el principio Su deseo de entablar con los seres humanos una relación de compañerismo, diálogo e intimidad. Miles de años después, dos discípulos de Jesús anduvieron un largo trecho con Él, platicando de cosas celestiales, sin percatarse de quién los acompañaba, hasta que Él les reveló Su identidad. Dios caminó con ellos y con muchos otros hombres y mujeres porque eran Sus amigos. Igualmente, hoy anhela caminar y cultivar una estrecha amistad con cada uno de nosotros.
Es obvio que andar con Dios no nos garantiza que todo vaya a salir como una seda. Hay momentos en que ser amigos de Dios nos inspira gran dicha y pasión; en otras ocasiones, los sentimientos son casi imperceptibles, o hasta puede que nos sintamos distantes de Él. Las emociones son veleidosas, mas Dios es inmutable y seguro. Permanece siempre cerca de nosotros, por muy alejados que nosotros nos sintamos de Él.

Si seguimos Sus pisadas, a despecho del humor en que nos encontremos y de los defectos que creamos tener, descubriremos las alegrías y beneficios de volvernos más como Él. Así podremos decir por experiencia, al unísono con el rey David: «¡Qué bueno es estar cerca de Dios!»

Génesis 3:8 (NVI) Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios el Señorandaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera.

Génesis 5:24 (NVI) y como anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.

Salmos 73:28 (NVI)
Para mí el bien es estar cerca de Dios.
He hecho del Señor Soberano mi refugio
para contar todas sus obras.