TÓNICOS PARA EL ALMA

Los cristianos no somos inmunes a las adversidades: conflictos familiares, temores, incertidumbre, demasiado que hacer, aprietos económicos, y la lista sigue. Tener fe no nos exime de afrontar dificultades. No obstante, quienes conocemos al Señor podemos superarlas invocando Sus promesas.

Me gustaría hablar de lo que me ayuda a seguir adelante cuando el camino se pone cuesta arriba. Son algunos recursos que tengo en lo que podría llamarse mi lista personal de supervivencia.

Primero, procuro recordar que no soy la única que pasa por épocas difíciles. La Adversidad Beneficia al Carácter —nótense las siglas— es, según se ha dicho, el abecé del crecimiento espiritual. Todos los personajes que realizaron grandes cosas para Dios y la humanidad encararon dificultades y tuvieron que superar múltiples obstáculos. Se fortalecieron precisamente por los conflictos con que tuvieron que lidiar.

Está el caso de José en Egipto, una persona cuyo carácter y aptitudes se forjaron en el horno de la aflicción. William Secker lo expresó de esta manera: «Si José no hubiera sido prisionero en Egipto, nunca habría llegado a ser gobernador. Las cadenas de hierro que en un momento llevó en los pies fueron el preludio de las cadenas de oro que luego llevaría en el cuello».

Otra cosa que me ayuda mucho a echar para adelante es pedir al Señor que me dé más fe. Hay varios casos en la Escritura de personas que pidieron a Dios que les infundiera fe, y no me cabe duda de que Él siempre responde al alma sedienta. «Inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: “Creo; ayuda mi incredulidad”». En otra ocasión dijeron los apóstoles al Señor: «Auméntanos la fe» .

A veces, cuando me siento muy débil para orar por mí misma, pido a otros que recen por mí. Cuando paso por una época difícil, agradezco que haya personas que me apoyan en oración, que sé que me obsequiarán un poco de su tiempo y atención intercediendo por mí ante Dios para que me imbuya de Su fortaleza y fe.

Mi siguiente recurso es repasar experiencias en las que Dios me ha sacado de apuros. Él nunca jamás me ha fallado. A Su tiempo siempre me ha librado de la tormenta y me ha llevado a un remanso de paz. Al concentrarme en todo lo que el Señor ha hecho en el pasado me resulta más fácil creer que Él me traerá muchas más cosas buenas en el futuro. Sé por experiencia que por muy sombría que sea la situación, Dios es capaz de obrar milagros. No está limitado por las circunstancias.

Además, leer o escuchar testimonios de otras personas, de cómo Él nunca les falló, es tremendamente alentador y un tónico para la fe. Cuando oigo las maravillas que Dios ha hecho por otros creyentes a lo largo de la Historia me quedo tranquila de que Él también hará maravillas por mí.

Otra cosa que me ayuda mucho es procurar ver más allá de las difíciles circunstancias del momento y hacer un esfuerzo por creer que la situación mejorará, sabiendo que Dios tiene consideración, que me sacará del laberinto y que me premiará por haber puesto en Él mi confianza.

Me recuerda una anécdota acerca de un señor y su hijita. La nena se le acercó y le pidió una casa de muñecas. El padre asintió y prometió construirle una, tras lo cual continuó leyendo un libro. Al poco rato echó un vistazo por la ventana de su estudio y la vio con las manos llenas de platos y muñecas. La niña entró y salió varias veces hasta que tenía un montón de juguetes en el patio. El padre le preguntó a su esposa qué hacía la nena.

—¡Ah! —respondió ella—. Prometiste construirle una casa de muñecas, y ella te cree. Se está preparando.
—Fue como si me hubiera caído un rayo —comentó el padre más adelante—. Dejé a un lado el libro, corrí al cobertizo a buscar materiales y rápidamente le construí la casa de muñecas. No lo hice porque tuviera un intenso deseo de hacerlo ni porque ella se lo mereciera, sino porque le había dado mi palabra, y ella me creyó y actuó en consecuencia. Su fe en mi promesa me impidió defraudarla.

Así es nuestro Padre celestial con nosotros, Sus hijos. El cumplimiento de esas promesas no siempre se produce al instante. Empero, Él siempre responde en el momento que considera idóneo, conforme a Sus designios.
Esas son, pues, algunas tácticas que me ayudan cuando casi no puedo mantenerme a flote y estoy a punto de entrar en pánico. Cuando incorporo esos principios a mi vida diaria, aunque no sea más que interiormente, activan mi fe y la trasladan del terreno de lo teórico al de lo práctico.

Una fe grande no es la que anda siempre en la luz y no deambula nunca por las tinieblas. Es más bien la que persevera a pesar de los aparentes silencios de Dios, y esa fe obtiene con toda seguridad su recompensa.
Henry Ernest Hardy (1869–1946)

Proverbios 3:5-6 (NVI)
Confía en el Señor de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
y él allanará tus sendas.

Hebreos 11:6 (NVI) En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.

Salmos 32:10 (NVI)
Muchas son las calamidades de los malvados,
pero el gran amor del
envuelve a los que en él confían.