07 de Septiembre: Humildad para honrar

Escucha:

“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe” (Mateo 18:1-5)

Piensa:

El escritor francés Marcel Aymé, una vez dijo que la humildad es la madre de todas las virtudes. Al caminar junto al Señor, he aprendido, que no solo precede a otros valores del ser humano sino que es la virtud por la que más nos preparamos para fortalecer nuestra fe en Dios.

La humildad nos permite dejar de lado el orgullo para perdonar a los que nos han hecho daño y reconocer cuando nosotros hemos sido los que hemos afectado a otros. Además nos ayuda a servir de manera más efectiva, porque nos da la sensatez para reconocer nuestras fortalezas y debilidades y poder así saber cuál es la mejor forma de ayudar a aquellos que nos rodean.

Es por ello que en las escrituras de hoy, cuando los discípulos preguntaron a Jesús, quien era el mayor en el reino de los Cielos, Él respondió, que era aquel que hubiera cultivado la mayor humildad. Poniendo a un niño en medio de ellos dijo: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:4). Jesús invitaba a sus discípulos a mantener un espíritu manso, sumiso y humilde. Aquel espíritu que te hace digno de Dios y que se expresa a su vez en la sencillez, inocencia y capacidad de perdón semejantes a las de un niño.

Seamos entonces, dignos del Señor, sabiéndonos a disposición de su voluntad y poder y cultivando de esa manera, nuestro espíritu de humildad. Como dicta la palabra: “Cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de si con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).

Seamos sensatos para reconocer nuestros errores, misericordiosos para perdonar y de esa forma humildes para honrar al Señor, sabiendo que: “cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14.11). 

¡Que reine en nosotros la humildad!

Ora:

Señor, ayúdame a cultivar un espíritu de humildad, para reconocer mis fortalezas y debilidades y servir en consecuencia a aquellos que me rodean. Permíteme retomar la sensatez cuando por alguna razón me gane la soberbia, sabiendo que Tu gracia solo es digna de los que ante Ti se humillan y aceptan con fe, Tu voluntad. Amén

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