12 PELDAÑOS DEL ÉXITO

#EnergiaPositiva

¿Te enfrentas en este momento a un proyecto de difícil realización o a una tarea que se presenta monumental? Seguramente ya te has hecho una idea general del rumbo que quieres tomar; pero vas a necesitar una estrategia, un plan gradual para alcanzar tu objetivo.

Planificar la ejecución de un proyecto es una inversión. Una planificación adecuada y prudente requiere horas de trabajo, paciencia, mucha investigación, consultas y —para quienes incluimos una dimensión espiritual— oración. En todo caso, un buen plan produce magníficos resultados que compensan de sobra todo el tiempo y el esfuerzo invertidos en él.

Si bien las fórmulas para crear una estrategia son muchas, expongo a continuación algunas pautas de demostrada eficacia:

1. Determinar los objetivos a largo plazo
¿Qué es exactamente lo que aspiras a lograr? Define cada objetivo en términos muy concretos y concisos. Quédate nada más con uno o dos objetivos primordiales, pues eso multiplicará tus posibilidades de éxito. Más adelante puedes ampliarlos o diversificarlos en la medida en que los recursos lo permitan.

2. Trazarse metas a corto plazo que contribuyan al logro de los grandes objetivos
Para alcanzar los objetivos a largo plazo necesitas escalones, metas intermedias que te vayan acercando al destino final. Tales metas deben ser detalladas, concretas y verificables.
Alcanzar los grandes objetivos toma tiempo. Es mucho más motivador tener metas intermedias; así los progresos se hacen más patentes. Cada vez que marcas como cumplida una de esas metas más abordables, sabes que estás un poco más cerca del objetivo a largo plazo.

3. Identificar los obstáculos que pueden presentarse
Una vez que hayas determinado los objetivos a largo plazo y las metas a corto plazo, trata de prever los obstáculos, impedimentos y situaciones que podrían enredar el proceso y paralizar tus avances. Si estás al tanto de las dificultades que podrían presentarse, puedes ir buscando soluciones anticipadamente.

4. Formular una estrategia
Una vez concretados los grandes objetivos y las metas intermedias, te hará falta un plan que detalle tareas específicas para alcanzar cada una de esas metas. Hay que ser pragmático: un plan muy ambicioso puede ser deslumbrante; pero si resulta muy complejo o difícil de llevar a la práctica, no levantará vuelo.
Cuando una tarea requiera la intervención de varias personas, asigna a cada una las acciones que le correspondan. Se debe determinar quién dirigirá cada paso y cuáles serán los plazos. Es vital que haya alguien responsable de cada labor.

5. Pedir orientación a Dios
Habiendo hecho lo anterior, pide a Dios que te confirme que vas bien encaminado, que has establecido un buen orden de prioridades, que no has pasado por alto nada sustancial, y que tanto los objetivos a largo plazo como las metas intermedias son realizables. «No te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas»[1].

6. Escribir el plan
Poner el plan por escrito evita que haya cosas que se pasen por alto o se queden en el tintero. Para que se cumpla lo programado y poder deslindar responsabilidades y ponderar los progresos, es vital tenerlo todo por escrito. A muchos les resulta útil llevar un diario de todo lo relacionado con el proyecto.

7. Ejecutarlo
El fallo más frecuente consiste en no seguir lo planeado. Muchos dedican grandes esfuerzos a crear un excelente plan y tienen las mejores intenciones de llevarlo a cabo. Pero luego surgen inconvenientes, terminan muy atareados, y no lo cumplen.

8. Orar para que se haga realidad
Pide ayuda a Dios para que se materialice el proyecto. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»[2].

9. Evaluar los progresos
Establece un sistema para medir los progresos a intervalos regulares. Verifica que las tareas se terminen de acuerdo con el programa y que se avance debidamente en la consecución de las metas a corto plazo. Si no te detienes periódicamente a consultar el mapa y ver dónde te encuentras, te expones a desviarte del camino del éxito.

10. Contar con imprevistos
Hay que ser flexible. Las cosas en raras ocasiones se dan exactamente como nos imaginábamos. Al evaluar los progresos, conviene estar preparado para factores no previstos y adaptarse a las circunstancias cambiantes. Si surge algo que te impide llevar a cabo la tarea como esperabas, busca alternativas. Si algo no da resultado, modifícalo. En términos generales conviene adherirse al plan; pero este no tiene por qué ser inalterable.

11. Evitar complicaciones
Inicialmente, cuando se traza un plan, suele parecer sencillo. Pero cuanto más se avanza, más se complica, bien porque se incorporan nuevas ideas, o bien porque resulta más complejo de lo que parecía; y a veces por ambas razones. Procura percatarte de cuándo un plan está sobrecargado y haz una distinción entre lo que es necesario y lo que no. No tengas reparos en eliminar lo superfluo y reducir lo que simplemente consume demasiados recursos.

12. Celebrar los triunfos
No esperes a haber alcanzado los objetivos a largo plazo para celebrar. Festejar el cumplimiento de las metas intermedias produce satisfacción y genera entusiasmo.

Proverbios 3:5-6 (NVI)
Confía en el Señor de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
y él allanará tus sendas.

Mateo 7:7 (NVI) »Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá.

1 Juan 5:14-15 (NVI) Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.

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