Alegría, alegría, alegría

#EnergiaPositiva

A veces nos tomamos las cosas con excesiva seriedad, dándonos mucha importancia. Viene muy bien ser capaz de reírse de uno mismo; lo mantiene a uno humilde. El que no sabe reírse de sus equivocaciones ni tomar los fallos ajenos con sentido del humor peca de orgullo o tiene un concepto demasiado severo de la vida. Dios quiere que gocemos de la vida, y nos ha proporcionado la capacidad, los sentidos y el entorno ideal para ello.

Es más, nuestro principal propósito en la vida debe ser, como dijo Martín Lutero, «amar a Dios y disfrutar de Él eternamente». Los cristianos deberíamos caracterizarnos por ser felices (Salmo 146:5), pues tenemos más razones que nadie para serlo. Contamos con el alegre amor de Jesús, que lleva todas nuestras cargas, soporta nuestros pesares y hasta alivia nuestras penas. Él dice que Su yugo es fácil, y Su carga, ligera (Mateo 11:28–30).

Si ese yugo te parece muy difícil de sobrellevar, tal vez sea porque no echas todas tus preocupaciones sobre Jesús (1 Pedro 5:7). Quizá pretendes llevar una carga excesivamente grande y te esfuerzas demasiado por ti mismo en lugar de dejar obrar a Dios mediante Su poder, Su amor, Su gracia y Su fuerza. Él dice: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Juan 15:5 (N-C)). «Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará» (Salmo 55:22).

Cuando yo era joven, un misionero que había trabajado en un país donde estaba prohibido evangelizar se alojó por un tiempo en nuestra casa. Una noche se ofreció a lavar los platos de la cena, y yo me maravillé de su modestia, su gracia y su espíritu alegre y vivaz. Con todo lo que él había hecho para el Señor, se puso a lavar humildemente la vajilla conmigo.

Como yo pensaba hacerme misionero, le hice una pregunta que supuse que él sabría contestar mejor que nadie: «¿Cuál es la mayor virtud que debe tener un misionero?» Me esperaba una respuesta solemne y profunda, producto de su extraordinaria sabiduría y su vasto caudal de experiencia. Ya te imaginarás cuál fue mi sorpresa cuando, deteniéndose un momento con las manos en el lavadero, me miró sonriente y dijo: «Sentido del humor. Ser capaz de reír cuando tienes ganas de llorar».

Procuremos siempre sonreír en medio de las lágrimas. Un rayo de sol es todavía más hermoso cuando llueve. Que haya entre nosotros más risas y alegría y no tanto pesimismo. El mundo está harto de tanto infierno; démosle a conocer un poquito más de cielo. «Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los Cielos» (Mateo 5:12). La poetisa norteamericana Ella Wheeler Wilcox escribió: «Ríe, y el mundo contigo ríe. Llora, y nadie te escucha. Prestada es la alegría de esta vida, pero propias sus muchas desventuras» (Soledad, 1883).

Seamos alegres. Evitemos el mal humor y las caras largas. Me viene a la memoria la anécdota de Pepito y la mula: Luego de pasar todo un domingo en la finca de su abuelo, un puritano muy estricto y de rostro grave que todo lo prohibía y a todo contestaba que no, el pobre Pepito fue vagando cabizbajo hasta llegar al establo. Viendo allí a la mula, se le acercó y, acariciándole la cara, le dijo: «Me imagino que tú eres terriblemente religiosa, pues tienes una cara tan larga

como la del abuelo». Ese es el concepto de religiosidad que tienen algunas personas. ¡Ojalá que no sea el nuestro!

Eclesiastés 3:12-13 – Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva; y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba, y disfrute de todos sus afanes.

Salmos 1:1-6 – Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! En cambio, los malvados son como paja arrastrada por el viento. Por eso no se sostendrán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos. Porque el Señor cuida el camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición.

Juan 14:1 – No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.