APÓYATE EN ÉL

#Devocional

Es hora de cenar. Aunque no se trata exactamente de una fiesta, sí es una comida especial. Han reservado una sala privada, han pedido la comida y ya están sentados, comiendo, bebiendo y charlando.

El que encabeza ese grupo variopinto de amigos insistió mucho en celebrar la cena. Hasta ayudó a iniciar los preparativos. Ahora, sin embargo, está serio.

En medio del estrépito de platos y tazas, hace una pasmosa declaración: Alguien los va a decepcionar, uno de ellos los va a traicionar.
Entre sus amigos hay uno muy directo y locuaz, que a menudo toma la batuta. Al igual que los demás, está impactado por lo que ha oído. Quiere saber quién será el traidor, pero asume que pegar un grito desde el otro extremo de la sala no sería lo más indicado.

Hay otro más callado. Él también es uno de los más cercanos al que dirige el grupo. Cabe preguntarse por qué, pues no ha hecho nada excepcional. Pero cada vez que el dirigente hace algo importante, ahí está él a su lado. Y esta noche, en un convite tan importante, está sentado cerca de él, tan cerca que casi toca su hombro con la cabeza.

El primer sujeto, el más locuaz, le hace un ademán. El mensaje está claro: «Averigua quién es el traidor».

El más callado le susurra una pregunta al que conduce el grupo. Este le responde en voz baja. Nadie más en aquella concurrida sala alcanza a captar la respuesta. Solo se entera el que está pegado a él.

No hay otra manera de oír la voz de nuestro Salvador que sentarnos calladamente a Su lado. Solo apoyándonos silenciosamente en Él recibiremos las respuestas que buscamos. Él promete: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros».

En el relato de la Última Cena leemos que «uno de Sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa reclinado en el pecho de Jesús».
La estrecha relación de Juan con Jesús también se hace patente en otros pasajes. Él fue uno de los pocos seguidores de Jesús que presenciaron Su muerte en la cruz. Días más tarde, cuando un individuo apareció en la playa, a lo lejos, e invitó a los discípulos a abandonar su barca de pesca y unirse a él, Juan fue el primero que reconoció al Salvador resucitado y exclamó: «¡Es el Señor!»

Santiago 4:8 (NVI) Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!

Juan 13:23 (NVI) Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba a su lado.

Juan 19:25-27 (NVI) Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.

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