BALDES DE ROSAS

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«Las cosas van de mal en peor, Señor, y creo saber por qué —pensé mientras me ponía mis gafas de sol y hundía las manos en los bolsillos—. Debo de haberme portado muy mal, porque creo que ya no me amas».
«Sí te amo», resonó una voz en mi corazón.
«No lo creo».
«Te aseguro que sí».

«¡Demuéstramelo!»

«De acuerdo. ¿Qué te gustaría?»

El lugar por el que estaba pasando con el auto era seco, ruidoso y polvoriento. ¿Qué podía ser más difícil de encontrar allí?
«Si me muestras una rosa roja sabré que todavía me amas».

«¿Solo una? —me pareció que lo oí reírse—. A ti te daría un balde lleno de rosas».

Mientras pensaba en eso un rato después, me di cuenta de lo tonto que había sido mi pedido. Dios no tiene por qué demostrarnos Su amor. Su amor es constante, aunque no seamos conscientes de él.

Esa misma tarde me reuní con una amiga en su oficina. Mientras charlábamos y tomábamos un café, mis pensamientos divagaban. Aunque le había dicho a Dios que no necesitaba hacer lo que le había pedido, pues estaba segura de que me amaba y siempre me cuidaría, en el fondo todavía tenía muchas ganas de ver la prueba. Cuando nuestra conversación llegó a su fin y me levanté para irme, la vi: en un pequeño jarrón de barro colocado en la esquina de la mesa había un llamativo arreglo floral de helechos… y una rosa roja.

Se me llenó el corazón de alegría. «¡Gracias, Jesús!», pensé.

«No me lo agradezcas todavía —me pareció oírle decir—. Tenía algo más que mostrarte en la esquina de la calle, a la entrada del despacho de tu amiga, solo que estabas muy ocupada para fijarte. Ve a echar un vistazo».

Salí del edificio, y lo primero que me llamó la atención fue no uno, sino cuatro baldes llenos de rosas rojas que me sonreían. Y por si fuera poco, detrás había estanterías con más rosas rojas. Era una floristería.

Cualquier otro día, esa seguidilla de acontecimientos habría sido apenas una coincidencia. Pero en aquella ocasión, la aparición inesperada de todas esas rosas justo después de mi conversación con Dios me convenció de que Él se preocupa personalmente por mí y Su amor nunca falla. Así como Él nos hizo, se ha propuesto hacer maravillas en nuestra vida.

Juan 13:34-35 (NVI) »Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.

Salmos 91:14-16 (NVI)
«Yo lo libraré, porque él se acoge a mí;
lo protegeré, porque reconoce mi nombre.
Él me invocará, y yo le responderé;
estaré con él en momentos de angustia;
lo libraré y lo llenaré de honores.
Lo colmaré con muchos años de vida
y le haré gozar de mi salvación.»

Juan 1:3-5 (NVI)
Por medio de él todas las cosas fueron creadas;
sin él, nada de lo creado llegó a existir.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no han podido extinguirla.

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