Cómo optimizar nuestras relaciones con los demás

#Devocional

Un perro callejero apareció en el vecindario de la familia Rodríguez el mismo día en que la familia González se mudó a la casa contigua. El animal enseguida empezó a hacer destrozos. Escarbaba en los cubos de la basura y a veces los volcaba y desparramaba los desperdicios.

Hacía estragos en los macizos de flores de ambos jardines. Mejor dicho, era una peste. Los Rodríguez se indignaron de que los González hubieran traído ese bicho al barrio. Los González, por su parte, consideraban injustificable que los Rodríguez no hicieran nada para dominar a su animalito salvaje.

Pasaron varias semanas sin que ninguno de los matrimonios le dijera nada al otro. Mientras tanto, se enconó el disgusto entre ambos. Finalmente la señora Rodríguez no aguantó más y le cantó cuatro verdades a su vecina:

—No me diga —contestó la señora González—. ¡Nosotros pensábamos que el perro era de ustedes!

Muchas veces los factores que amargan nuestras relaciones se asemejan a ese perro: son simples malentendidos o irritaciones anodinas que terminan amplificándose; y no son consecuencia de una acción legítimamente mala de parte de nadie. Por lo general basta con un poco de comunicación para arreglar el entuerto. Alguien, eso sí, tiene que atreverse a romper la barrera, lo cual —bien sabemos— no siempre es fácil. Ambas partes, convencidas de que están cargadas de razón, se atrincheran en su postura. Se alzan entonces las murallas. Se erosionan las relaciones. Todos se resienten.

¿Con qué recursos contamos en situaciones así? ¿De dónde sacamos la humildad para admitir que nos hemos equivocado? ¿O el amor y la gracia para perdonar y olvidar un agravio? ¿De dónde sacamos inteligencia y buen sentido para hallarle salida a una situación imposible, las fuerzas para vencer nuestra porfía innata y el valor para dar un primer paso reconciliador?

Todas estas y muchas otras virtudes están a nuestra disposición en cualquier momento, siempre que nos hagan falta, y en cantidades inagotables. «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto» (Santiago 1:17). «Pedid, y se os dará» (Mateo 7:7). Como sucede con todo lo óptimo de la vida, toda relación humana positiva tiene sus raíces en la más sublime de las relaciones, la comunión íntima con «el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Timoteo 6:17). Que Dios te bendiga con Sus más preciados dones siempre que los necesites.

Santiago 1:17 (NVI) Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.

Mateo 7:7 (NVI) Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá.

1. Timoteo 6:17 (NVI) A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.