#Devocional
Cierta vez en que un amigo cercano viajó a otro país, me embargó una sensación de soledad. Me preocupaba que no iba a tener a nadie con quien conversar, a quien pedir consejo o a quien contarle mis cosas. Si bien extrañaba mucho ese vínculo especial con una persona a la que estimaba, pronto descubrí que podía tener esa misma conexión íntima con Cristo.
Decidí levantarme más temprano todos los días para poder leer la Palabra de Dios durante una hora y escuchar a Jesús en profecía antes de hacer ninguna otra cosa.
Esos ratos se han convertido en mis ratos de conversación con Jesús. Y me han resultado de lo más provechosos. Dado que mecanografío más rápido de lo que escribo a mano, hago lo siguiente en mi computador. Comienzo escribiendo una oración en la que me desahogo con Jesús, tal como si le estuviese escribiendo una carta o un mensaje de correo electrónico. Le cuento lo que me pasa, lo que espero que el día me depare y cualquier cosa que me esté turbando. Naturalmente, Él ya sabe todo eso, pero me hace mucho bien encomendárselo todo en oración. Cuando escribo: «Amén», es como si apretara el botón de enviar en mi programa de e-mail. Mi oración, al igual que un mensaje electrónico, ha salido con rumbo a los salones del Cielo para que Jesús la lea.
Es genial. Pero mejor aún es que no tengo que esperar la respuesta horas, ni días, ni semanas. En cuanto envío mi e-mail, me viene la respuesta. Simplemente escribo el mensaje a medida que Jesús me habla al corazón. Sus mensajes casi siempre contienen todas las soluciones, el consuelo, las directivas, la paz y la inspiración que necesito para hacer frente a la jornada. Si me falta algo, envío otro mensaje a Jesús y le pido que me amplíe la información para llenar las lagunas que pueda haber, y Él lo hace.
Esos ratos íntimos con Jesús por la mañana me han hecho tanto bien que me he acostumbrado a escribirle dos veces al día, sobre todo cuando surgen situaciones imprevistas y necesito Su opinión o consejo. Normalmente no me toma sino unos minutos. Los consejos y soluciones claros y sencillos que me da siempre justifican con creces el tiempo empleado.
Ahora disfruto de la compañía y confianza de nuevos amigos y compañeros de trabajo, pero me he aficionado a mi intercambio de correo electrónico con Jesús. Esas cibernotas son ahora mi modo habitual de expresarle cuánto lo amo, lo necesito y dependo de Él, y también una ocasión ideal para agradecerle todo lo que hace por mí. A cambio, Él me contesta con todo lo que necesito para salir airosa de las situaciones difíciles que se me presenten durante el día. Ese aspecto también me gusta mucho.
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1 Juan 5:14-15 (NVI) Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.
Filipenses 4:6-7 (NVI) No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Juan 14:13-14 (NVI) Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.
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