Me acababa de mudar a otro país con mi familia, lo que implicaba un cambio de colegio para los niños y de empleo para mi marido. Fue un momento difícil en que todos tuvimos que adaptarnos a la nueva situación, pero yo era la más afectada. Mi matrimonio también se estaba resintiendo. La lista de temas que mi marido y yo evitábamos iba en aumento, pues sabíamos que acabaríamos discutiendo.
Fue entonces que conocí a Tonia.
Tonia era mi vecina de al lado. Tenía varios hijos pequeños, y su esposo solo hacía trabajos esporádicos. En su familia, ella era el aglutinante, una labor que no le daba tregua.
Sin embargo, de algún modo se las arreglaba para prestarme atención. Cuando las cosas se ponían muy pesadas en casa, yo sabía que siempre podía acudir a Tonia.
Tocaba a su puerta, y ella me recibía con una sonrisa. Dejaba de lado lo que estuviera haciendo y se sentaba conmigo a escuchar todas mis cuitas. Luego hacía lo mejor que puede hacer una amiga: con sencillez, pero de todo corazón, le encomendaba a Dios la carga de angustia que acababa de echarle encima.
Así fue como descubrí lo que le permitía tener siempre tanta serenidad y paciencia para escucharme. En lugar de tratar de llevar el peso de mis afanes junto con los suyos, Tonia había aprendido a desembarazarse de sus preocupaciones, entregárselas al Señor y dejar que Él la sostuviera1.
El Señor y Su Palabra tenían una presencia activa en su vida. La ayudaban a superar los momentos difíciles y la capacitaban para brindarse a personas necesitadas como yo.
Desde entonces mi vida y la de Tonia han seguido distintos derroteros. Nuestros hijos crecieron, y mi marido y yo recuperamos nuestra relación. Pero nunca voy a olvidar la bondad que ella me manifestó; siempre tenía unos momentos para mí. En retrospectiva, me doy cuenta de que ella fue un factor determinante que me ayudó a tomar decisiones acertadas en un punto de inflexión en mi vida. Emocionalmente, yo era como el hombre asaltado y golpeado que quedó tirado a la vera del camino. Tonia fue el buen samaritano que me rescató.
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1 Juan 5:19 (NVI) Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno.
1 Juan 4:18 (NVI) sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
1 Juan 4:4 (NVI) Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.
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